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La audacia no abandonó a la niña, la audacia de la mujer enamorada. ¡Ay, perdóneme usted, León! Cuando se lo concedí a usted no me acordaba que ya lo tenía comprometido con Pepe respondió en un tono que podía envidiar la más consumada actriz. El conde se retiró diciendo algunas palabras de cortesía, que no pudieron ocultar su mal humor.

Ignorábase aún que en la caverna de una muela se puede esconder una California de oro, y que con el marfil se fabricarían mandíbulas que nada tendrían que envidiar a las que Dios nos regalara. ¿Saben ustedes a quién debía la limeña la blancura de sus dientes? Al raicero.

Y con él GASPAR DE AVILA, primero Sequáz de Apolo, á cuyo verso y pluma, Iciar puede envidiar, temer Sincero. Llegó JUAN DE MEZTANZA, cifra y suma De tanta erudicion, donaire y gala, Que no hay muerte, ni edad que la consuma. Apolo le arrancó de Guatimala, Y le truxo en su ayuda para ofensa De la canalla en todo estremo mala.

Después de los postres, don Guillén se sirvió una copita de coñac y fustigó la conversación hasta ponerla en un aire de alacridad y humorismo. Era un hombre tan ingenioso como inteligente. Al despedirnos me dijo: Estos días no asistiré a la mesa redonda. ¿Quiere usted que comamos juntos, aquí, en mi cuarto? Lo que le va a envidiar a usted doña Emerenciana....

De todas suertes ella padecía mucho. Se le figuraba que toda la vida se le había subido a la cabeza; que el estómago era una máquina parada, y el cerebro un horno en que ardía todo lo que ella era por dentro. El pensar sin querer, contra su voluntad, algo complicado, original, delicado, exquisito, llegó a causarle náuseas, y se le antojó envidiar a los animales, a las plantas, a las piedras.

Muchos no conseguían siquiera el consuelo de verse recogidos: aullaban en medio del campo, hundiendo en el polvo ó en el barro sus miembros sangrientos; expiraban revolcándose en sus propias entrañas... Y don Marcelo, que horas antes se consideraba el ser más infeliz de la creación, experimentó una alegría cruel al pensar en tantos miles de hombres vigorosos deshechos por la muerte que podían envidiar su vejez sana, la tranquilidad con que estaba tendido en aquel lecho.

Don García entra de nuevo con su puñal lleno de sangre; descubre al Rey su nacimiento, así como el de Blanca, y la ofensa que le ha obligado á vengarse, y dice: Vivía sin envidiar, Entre el arado y el yugo Las cortes, y de tus iras Encubierto me aseguro; Hasta que anoche en mi casa Vi aquese huésped perjuro, Que en Blanca atrevidamente Los ojos lascivos puso.

Acabó la superioridad de Bagdad: la corte de Abde-r-rahman III brilla como brilló la corte de Al-Raschid, y la misma capital del imperio griego ha de envidiar á Córdoba sus maravillas despues de haberla ayudado á crearlas. ¡Oh siglo afortunado para los hijos del Islam!

Lo he hecho todo, prevenido todo y arreglado lo mejor que he podido; he encontrado el medio de estar dentro y fuera, en casa y en la calle. Afortunadamente las calles son magníficas; el afirmado no tiene nada que envidiar al del bulevar. Hemos salido a las diez, y ahora ya nos tiene usted instalados.

No tengo, pues, nada que envidiar a las hermanas hospitalarias: yo también cuidaré de cumplir fielmente mis deberes, tan difíciles como los suyos y quién sabe si algo más. Estas reflexiones han endulzado mucho mi espíritu, y he vuelto a renovar ante Dios los juramentos que hice al contraer matrimonio, rogándole me conceda la gracia y fuerzas indispensables para cumplirlos exactamente.