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Actualizado: 21 de junio de 2025
Y la gloria anegada en luz, y las cabecitas de los serafines, envueltos en clarísimos resplandores, ¿qué tienen que envidiar a los cielos y los ángeles del gran Murillo?
Pero este tormento, aunque nada tenía que envidiar a los de los mártires del Japón, padecíalo, si no con gusto, con varonil entereza. Pensaba que siempre ha costado enormes sacrificios civilizarse y civilizar un país. Al cabo de los dos meses comenzó el eterno tic tac de los floretes. Pero sin abandonar por eso el tormento de las piernas.
No me atormenta la mala pasión de la envidia, pero, sin envidiar, reconozco y deploro que éxito tan grande de librería como va teniendo en nuestra nación la novela Quo vadis? del autor polaco Sienkiewicz, no le ha tenido ningún novelista español, aunque entren en cuenta las Pequeñeces del Padre Luis Coloma.
A veces se pasa media hora y más de rodillas delante del altar de la Virgen... Hijita, ¡qué feliz será su madre! Y la mujer que le lleve bien puede decir que no tiene que envidiar a ninguna duquesa.
Conocida es en Europa y América la admirable relojería de Ginebra, que despues de surtir á todo el mundo con sus acabados productos, aumenta todos los dias la riqueza de la ciudad, embellece sus magníficas tiendas y aumenta la riqueza de la ilustradísima y sabia Ginebra, que ve levantarse al rededor de su prodigioso lago soberbios edificios de moderna construccion, que nada tienen que envidiar á los mejores de cualquiera otra capital de Europa.
Con esta licencia, se acomodó Sancho lo mejor que pudo sobre su jumento, y, sacando de las alforjas lo que en ellas había puesto, iba caminando y comiendo detrás de su amo muy de su espacio, y de cuando en cuando empinaba la bota, con tanto gusto, que le pudiera envidiar el más regalado bodegonero de Málaga.
Ya sé que son chicos muy galantes esos empresarios y sus amigos: ellos pagan para que ustedes bailen todo el año gratis. Cabal. Y tan buenas somos nosotras como las señoritas que hacen lo mismo. Ya se ve que sí. Me parece que La Nata y Flor y El Órgano, no tienen nada que envidiar á ningún baile. Sobre todo en caras bonitas y cuerpos de sal y pimienta. Es que, como usté decía....
»Tenga usted en mí, hermano mío, un poco de confianza y no deje que mi alma se consuma en tan triste soledad. Un espíritu débil que se asusta y que llora merece alguna condescendencia. »A veces llego a envidiar la suerte de Magdalena. Ella dejó este mundo siendo amada y ahora es feliz allá arriba, mientras que yo vivo enterrada en la soledad y el olvido, más odiosos que la tumba...
Agradeciendo profundamente al cielo la dicha con que había querido favorecerle, tendría a pecado quejarse de su suerte y envidiar a los otros hombres la facultad de usar de sus piernas. ¿Qué importa que Juan Fernández pueda andar, correr y saltar, si al fin y al cabo se llama Juan Fernández?
La vida concentrada en sus ojos se esparció, descendiendo hasta sus pies... Y echó á correr, sin saber adónde ir, sintiendo la misma necesidad de ocultarse que experimentaban aquellos hombres encadenados por la disciplina, obligados á aplastarse en el suelo, á envidiar la blanda invisibilidad de los reptiles.
Palabra del Dia
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