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Actualizado: 4 de septiembre de 2025
Pero Rufete no se movía, y a la dudosa claridad que en el cuarto entraba se entretenía en revisar sus listas de traidores y sus listas de isabelinos.
Explíquese usted estos arrechuchos de la vida, o estos misterios del corazón humano, como diría Aljófar, que, aunque desdentado y ronco, todavía canta y engulle.» Y volvía a sonreírse, y continuaba haciendo cálculos y sumando guarismos. En eso se entretenía y casi del mismo modo pensaba la mañana siguiente al día en que ocurrió lo que se refiere en el capítulo anterior.
El barón permaneció algún tiempo cabizbajo; Froilán y Roger no iban menos silenciosos y pensativos que él, pero el alegre Gualtero, que no tenía penas ni amores, se entretenía en blandir la pesada lanza de su señor, amenazando con ella á los árboles y dirigiendo grandes botes á imaginarios enemigos, aunque cuidando mucho de que el barón no advirtiese su belicosa pantomima.
La entretenía con preguntas acerca de Málaga, a las cuales ella contestaba con marcada indiferencia, mirándome alguna vez con curiosidad, como diciendo para sí: «¿Quién será este desaborío?» Me esforzaba en aparecer alegre y jacarandoso como los demás, y, sobre todo, en disimular el acento de mi país, adoptando otro, si no andaluz, castellano puro, al menos. No lo conseguía.
Poseía también, como los toneles, un vientre magno. Daba gozo verla comer, mejor dicho, engullir: en la cocina, Sabel se entretenía en llenarle el plato o la taza a reverter, en ponerle delante medio pan, cebándola igual que a los pavos. Con semejante mostrenco Sabel se la echaba de principesa, modelo de delicados gustos y selectas aficiones.
Al principio no disponía de más instrumento musical que un violín, y con él se entretenía por las noches; mas andando el tiempo logró traer hasta aquel desierto un piano, y fue feliz. Horas dulces, horas dichosas aquellas en que, después de una jornada laboriosa, regresaba a su casa y se ponía delante del piano para interpretar una sonata de Beethoven o un concierto de Chopin.
Acaso en aquellas soledades, al resplandor de las hogueras, y cercado de aquellos hombres que dejando a España no pensaban sino en España, entretenía las horas de la noche relatándoles las desavenencias de los moriscos y cristianos y el triste fin de don Lope y de María.
Cuando sus amigos no lo encontraban en Monte-Carlo, era que carecía de dinero y estaba en su castillo contemplando melancólicamente todo lo que le quedaba por hacer. Vivía en una ala, la menos inacabada, y entretenía su soledad batallando con los rústicos vecinos, con los proveedores, con todos los del país, que se consideraban obligados á molestarle y explotarle de mil modos.
No sea loco, Maltrana. Todos ustedes los de pluma son unos perdidos y creen iguales a los demás. ¿Y París? ¿Y sus idas de noche a Montmartre?... Acuérdese cómo entretenía la otra tarde a Goycochea y Montaner contándoles sus buenas fortunas... Apuesto cualquier cosa a que si me deja entrar en su camarote encuentro un paquete de fotografías comprometedoras y de cartas de amor.
En este espacio estaba yo, que era el reo en aquella especie de juicio oral, y aún quedaba junto a la peña y casi enfrente de mí el hueco suficiente para otro oso descomunal que se entretenía en afilar las uñas en un canto gordo del suelo, mientras se pasaba la lengua por los hocicos y me miraba con ojos sanguinolentos balanceando la cabeza.
Palabra del Dia
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