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Actualizado: 25 de junio de 2025


Eso no anda bien... ¿No tomaste quinina? Tomé... No me hallo con esta fiebre... No puedo trabajar. Si querés darme para mi pasaje, te voy a cumplir en cuanto me sane... El mayordomo contempló aquella ruina, y no estimó en gran cosa la vida que quedaba allí. ¿Cómo está tu cuenta? preguntó otra vez. Debo veinte pesos todavía... El sábado entregué... Me hallo muy enfermo...

Déjase persuadir el joven, y ruega á su padre que le entregue su parte de herencia para viajar; opónese á ello el padre, porque lo prefiere á todos sus demás hijos, pero al fin presta su consentimiento. Pronto se ve á Damasceno corriendo el mundo con ostentación y alegría, acompañado de numeroso séquito, en el cual se cuentan el Deleite, la Locura, la Adulación y otros vicios.

En otro cuarto es la niña la que produce: el galán no puede entrar en la casa, y es preciso que alguien entregue las cartas: el zapatero es hombre de bien, y por tanto no hay inconveniente: el zapatero puede además franquear su cuarto, puede... ¡qué yo qué puede el zapatero!

Leonarda, por otra parte, cediendo á razones análogas, ruega á Don Juan que entregue á su amiga Lisena su corazón y su mano; también ella sacrifica su inclinación á la amistad, y los dos amantes generosos se despiden engañados recíprocamente acerca de los verdaderos sentimientos que los animan.

Desde que, recién salido de las aulas, entregué mis primeras cuartillas a la imprenta, vi claramente que no era ésa la vía para lograr los halagos de la vanidad ni los regalos del cuerpo. Nuestra nación se halla desde hace algunos años con disposición indiferente, más bien hostil, hacia todas las manifestaciones del espíritu.

Habiendo llegado á Sevilla, entregué yo mismo estas cartas al Rey, y le hice relacion de todas estas regiones, y sus circunstancias, lo mas fielmente que pude. Prevenido para mi viage, me despedí del general y de mis compañeros: tomé veinte indios Cários, para que me llevasen mi ropa y otras cosas, que de muchas mas habria necesidad en tan largo camino.

Volví al Mac-Cullock para ordenar la descarga del equipaje y efectos de guerra que traía, habiendo tenido ocasión de encontrar en aquellas aguas de Cavite á varios revolucionarios de Bataan, á quienes entregué dos pliegos que contenían órdenes de levantamiento para la citada provincia y la de Zambales.

Pero V. no ha hecho lo que yo. V. no ha puesto al pobre desterrado en comunicación con Clara: yo . Yo he escrito á Clara tres cartas nada menos, y á fuerzas de súplicas he logrado que el P. Jacinto se las entregue. En mis cartas copio á Clara algunos párrafos de los que me ha escrito D. Carlos. Ese secreto le sabía en parte. El P. Jacinto me había dicho que había entregado tus cartas.

30 que ni aun entregué al pecado mi paladar, pidiendo maldición para su alma; 31 cuando mis domésticos decían: ¡Quién nos diese de su carne! Nunca nos hartaríamos. 32 El extranjero no tenía fuera la noche; mis puertas abría al caminante. 33 Si encubrí, como los hombres mis prevaricaciones, escondiendo en mi seno mi iniquidad;

Sin embargo, conservó su aspecto sereno, su semblante impasible é inalterable su acento, cuando respondió á la reina: Sólo falta que doña Clara le entregue su provisión de capitán de la guardia española. Se le entregará... mañana... Ahora bien: ¿cuánto ha costado esa provisión, porque supongo que Lerma la habrá vendido?

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