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8 Los hombres burladores enlazan la ciudad; mas los sabios apartan la ira. 9 Si el hombre sabio contendiere con el loco, que se enoje o que se ría, no tendrá reposo. 10 Los hombres sanguinarios aborrecen al perfecto; mas los rectos buscan su alma. 12 Del señor que escucha la palabra mentirosa, todos sus ministros son impíos.

A no me gustan los colores claros. ¡Ah! mira: aquí tienes y escondía algo con las dos manos cerradas detrás de su espalda , aquí tienes, y no te lo vas a quitar nunca, aunque se nos enoje doña Andrea. Cierra los ojos.

No: esa hoja no se ve más, para que no se enoje su papá. ¡Muy bonito que es este libro viejo! Y Nené está ya casi acostada sobre el libro, y como si quisiera hablarle con los ojos. ¡Por poco se rompe la hoja! Pero no, no se rompió. Hasta la mitad no más se rompió. El papá de Nené no ve bien. Eso no lo va a ver nadie. ¡Ahora que está bueno el libro este! Es mejor, mucho mejor que el arca de Noé.

Se me figura que soy yo el preferido.... Es una injusticia, Nela; Florentina se va a enojar. La pobre enferma sonrió entonces, y extendiendo una de sus débiles manos hacia la señorita de Penáguilas, murmuró: No quiero que se enoje. Al decir esto, María se quedó lívida; alargó su cuello, sus ojos se desencajaron. Su oído prestaba atención a un rumor terrible. Había sentido pasos.

A me tiene esto más preocupado de lo que te imaginas; pero no me resuelvo a hablarle porque temo que se enoje; por otra parte, ya no es un chico, y quién sabe a qué propósitos responde con su actual conducta. A nada, ché, Lorenzo, ¿qué se va a proponer?... Es dejadez, no más; va en camino de ponerse en el mismo estado de laxitud o de atrofiamiento moral en que nosotros estábamos.

¿A qué llamas apear o a qué dormir? -dijo don Quijote-. ¿Soy yo, por ventura, de aquellos caballeros que toman reposo en los peligros? Duerme , que naciste para dormir, o haz lo que quisieres, que yo haré lo que viere que más viene con mi pretensión. No se enoje vuestra merced, señor mío -respondió Sancho-, que no lo dije por tanto.

Merchán se enoje, tiene España razón para llamar ingratos á sus rebeldes hijos de Cuba. ¿Qué habrá quitado España para enriquecerse á Maceo, á Máximo Gómez ó á Quintín Banderas? En cuanto á los fraudes y depredaciones de nuestros empleados, no poco hay también que objetar. Mucho crédito, por ejemplo, merece D. Eduardo Dolz; pero ¿acaso no puede equivocarse ó exagerar involuntariamente?