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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Si te hubiese abandonado después de recibir la bendición de un hombre ante un altar, te mostrarías satisfecho y la recibirías con los brazos abiertos tantas veces como viniera a verte. Te abandonó para ser engañada, para caer en la miseria y la vergüenza; y viéndola infeliz, ¿no merece tu conmiseración, más aún que si la vieses dichosa?
Por lo que toca a misia Melchora, me conmueve su generosidad. «Los Chajales» constituyen un verdadero reino; pero yo sería allí una reina intrusa, puesto que no puedo dar, en cambio, mi corazón, que ya no me pertenece. No merece tampoco misia Melchora ser engañada. Yo no puedo entrar en aquella casa, llena de tradición caballeresca, de noble altivez, de epopeya histórica.
La anciana se volvió a dormir, y entonces siguió la interrumpida conversación, e interrumpida de tal modo que nos dejó turbados, como si fuéramos dos amantes sorprendidos en furtivo coloquio. Usted dirá lo que quiera, Rodolfo. ¡Buenos son los hombres para eso! No me doy por engañada. ¡El tiempo lo dirá! Le juro a usted que hasta hoy supe su nombre.
Engañada por la idealidad mística que no acierta a encerrar en sus verdaderos términos, es víctima al fin de su propia imaginación, de su sensibilidad no contenida, y se ve envuelta en horrorosa catástrofe.... Pero no intentaré describir en pocas palabras la sutil psicología de esta señora, tan interesante como desgraciada.
¡Pobre Alicia! ¡pobre engañada de la vida!... La Venus triunfadora, la Helena del «banco de los viejos», la beldad centro de lo existente, ansiosa de admiración más que de amor, está en un mísero cementerio, entre cadáveres de soldados, y tal vez aceleró con voluntaria torpeza su salida de un mundo en el que no encontraba lugar, repelida por sus propias acciones.
¿Quizá tendréis un disgusto o habréis sido también objeto de una injusticia? Sí, he tenido un disgusto y estoy incomodado. Vos, Catalina, habéis contribuído a ello más que nadie; pero quiero creer que vos, lo mismo que yo, habréis sido engañada por una falsa apariencia. ¡Que yo soy la causa de vuestra tristeza! exclamó la campesina con sorpresa . ¡Imposible, señor intendente!
Abrió los casi cerrados ojos el herido caballero, y, conociendo a Claudia, le dijo: -Bien veo, hermosa y engañada señora, que tú has sido la que me has muerto: pena no merecida ni debida a mis deseos, con los cuales, ni con mis obras, jamás quise ni supe ofenderte. -Luego, ¿no es verdad -dijo Claudia- que ibas esta mañana a desposarte con Leonora, la hija del rico Balvastro?
Ignoro si en su error ha obrado, como causa, una mala inteligencia, o la astucia de seres malignos que esperan sacar ventaja de estas cosas; lo que sí puedo asegurar a usted, y lo aseguro porque lo sé, es que ha sido usted atrozmente engañada, hija mía, y espero que no insistirá en ello después de lo que acabo de manifestar».
Indudablemente su situación, la de Bonis, se había complicado desde la noche anterior. «Hueles a polvos de arroz», había dicho la engañada esposa, tres veces lo había dicho, y en vez de irritarse... de envenenarle o ahorcarle... ¡cosa más rara!...
Otras veces, los que eran más brutales en su batalla con el hambre, si conseguían matar a pedradas en el campo un cuervo o algún otro pajarraco de rapiña, conducíanlo en triunfo al cortijo y lo guisaban, celebrando con una risa de desesperados este banquete extraordinario. Los hombres empezaban de pequeños el aprendizaje de la fatiga aplastante, del hambre engañada.
Palabra del Dia
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