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Actualizado: 27 de junio de 2025


A la puerta, una pobre enlutada, con el hijo encogido en el seno, me extendió su mano transparente. No hallando una sola pieza de cobre entre mis bolsillos cargados de oro, la rechazé con impaciencia, y con el sombrero echado sobre los ojos, me metí entre la turba.

Pero no; lo que llevaba al lado era un buen mozo capaz de defenderla; algo tímido y encogido, eso , con la cabeza baja, como si las palabras que aún tenía por decir se le hubieran deslizado hasta el pecho y allí estuviesen pinchándole. Roseta aún le confundió más. «Vamos á ver: ¿por qué hacía aquello? ¿por qué salía á acompañarla en su camino? ¿qué diría la gente?

Explicáronle quién era Clara y por qué estaba allí; más no por eso pudo dominar el estudiante la respetuosa y fuerte sorpresa que le había producido. Estuvo encogido y como asombrado todo el día, y temblóle la voz cuando quiso hablar con ella, y se calló al fin por temor de decir mil disparates.

¿Cómo es posible que ese hombre tan despejado, tan penetrante, tan instruido, no haya podido mejorar su fortuna, ó haya perdido la que tenia, cuando ese otro tan encogido, tan torpe, tan rudo, ha hecho inconcebibles progresos en la suya? ¿No debe esto atribuirse á la casualidad, á fatalidades, á mala estrella?

Allí vive el señor Longinos, platero viejo, que desde que era mozo anda surtiendo de alhajas á la grandeza de España. Pasa por ser un hombre muy honrado. Pues vamos allá. Encamináronse á aquella especie de sótano y entraron. Un hombre como de setenta años, tembloroso y excesivamente flaco y encogido, se levantó con cuidado de detrás de un mugriento mostrador.

Cuando se trocaban los papeles, cuando ella era la perseguidora y a me correspondía el ser cogido, se duplicaban las inocentes y puras delicias de aquel juego sublime, y el paraje más obscuro y feo, donde yo, encogido y palpitante, esperaba la impresión de sus brazos ansiosos de estrecharme, era para un verdadero paraíso.

Y volvió a caer sobre el sofá el pobre viejo, que volvía a sentir el mismo sueño soporífero que le había encogido el ánimo por la mañana. «El mundo sabe» había dicho don Víctor y estas palabras sugirieron a don Fermín otra mentira provechosa.

Cada cual de aquel concurso, tanto hermosas como galanes, fué dando, para contento de todos, cumplidas muestras, aquéllas de sus gracias y éstos de sus destrezas, aplaudiendo siempre y cordialmente el soldado a todo, como si tuviese mayor placer en ello, por lo mismo que recogía aquellas visualidades por el encogido arcaduz de un ojo sólo, y éste también lisiado y enfermizo.

Había acudido doña Guiomar desasosegada y con disgusto a la visita del señor Ginés de Sepúlveda, al que encontró todo mezquino y encogido, y tan espantado como quien se cree en un gravísimo peligro.

Llegó por fin el tal pajecillo junto a él, y, apeándose de la cabalgadura, encogido y lloroso, demandole una y otra mano para besárselas. Era Casilda, con ropas de lacayo; pero sus pestañas, su guedeja y todas sus facciones estaban tan cubiertas de polvo, que Ramiro tardó en reconocerla.

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