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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Odiaba á los rostros desconocidos, por estar seguro de que ejercían sobre él una influencia maléfica. Bastaba que viese uno al otro lado del tapete verde ó detrás de su asiento, para que empezase á rugir por lo bajo, hasta que al fin se ponía de pie, trasladándose al bar, seguro de que un whisky á tiempo cortaría la mala suerte.

En el interior de la ciudad algunos bellos y aun espléndidos jardines, las casas agrupadas y de elevada aunque vulgar construccion, la vida, el movimiento, la animacion. Pero al derredor de la ciudad colinas desnudas, sin un árbol, sin poblacion; campos calcinados, solitarios, sin irrigación, sin vida. El desierto por todas partes, la soledad, como si el Africa empezase á las puertas de Madrid....

Era necesario que las de Relimpio, con quienes vivía, le hablasen de cosas comunes, que fuese muy grande el trabajo y empezase muy temprano el ruido de la máquina de coser, o que su padrino, el bondadosísimo D. José de Relimpio, le contase algo de su vida pasada.

El motivo, ó mejor dicho, la ocasión de exacerbarse el mal y de aparecer de repente con tan medrosos síntomas, era para todos un misterio. Esto no obstaba para que Doña Blanca empezase á temer que pudiera caer sobre ella el crimen de infanticidio por esquivar el delito de hurto.

Y tan feroz miraba, que de miedo, se echó a temblar la tía Zarandaja, y por satisfacerle, y temiendo no empezase por ella con algo que no muy del gusto de ella fuese, se apresuró a decirle: Pues que yo no puse punto en boca al señor Viváis-mil-años cuando en tales honduras se metía, claro os he dado, señor mío, a entender, que mi intento era que todo lo supieseis; y si todo lo habéis oído, vos diréis lo que haya de hacerse, que a vuestro mandato me pongo, y estos dineros que el señor Viváis-mil-años me ha dejado, dispuesta estoy a entregaros.

La riqueza pública ahorrada durante muchos años se derrochaba en unos meses, convirtiéndose en humo de pólvora, en acero hecho fragmentos, en escombros de poblaciones y de fábricas. Cuando, al fin, llegaba la paz, era para que empezase una nueva miseria.... Los períodos tranquilos resultaban tan peligrosos como los tiempos de guerra.

El gobierno había prescindido del bondadoso universitario, considerándolo poco seguro. Según los periodistas, el Hombre-Montaña sería conducido al puerto en la mañana siguiente para que empezase sus trabajos. Así fué. El desconsolado profesor le vió trabajando en la orilla del mar, lo mismo que un esclavo.

A eso de las tres se puso de nuevo en camino, y fuese que el desconocido hubiese prolongado más su regreso o que su mula empezase a fatigarse, el hecho fue que, poco después de las cinco, al caer a un valle, vio al viajero como a unas dos cuadras delante de él.

Pues apenas me dejasteis volvió corriendo don ladrón y como yo empezase á apostrofarle me preguntó muy dulcemente si creía posible que un buen religioso abandonase su sayal nuevecito y abrigado para vestir el jubón y las calzas de un artesano. Empecé á quitarme el hábito muy regocijado, mientras él explicaba que se había ausentado para que yo dijera mis oraciones con mayor recogimiento.

Lea, aterrada pero más hermosa todavía por su mismo espanto con su traje blanco y sus hombros espléndidos, esperaba con la cabeza baja que él empezase á hablar. Jacobo dijo con acento de terrible ironía: Los muertos pueden volver á la tierra, Lea, puesto que estás viva delante de mi, que fuí condenado por matarte. Te creías desembarazada del infeliz Jacobo, ¿verdad?

Palabra del Dia

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