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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Al embarcar pasando muestra, no recibiendo todas las pagas debidas, se amotinaron los españoles, hiriendo al capitán Antonio de Mercado que procuraba acordarlos, y tomaron el camino para volverse á Lombardía. D. Álvaro de Sande y el embajador los alcanzaron á diez millas de distancia, que sólo desandaron con promesa de recibir cuatro pagas.
Durante tan larga navegación el tiempo pasó muy agradablemente para Morsamor y Tiburcio, merced a la precaución o a la buena suerte que habían tenido de embarcar con ellos a donna Olimpia y a Teletusa.
Arrepentido de la condescendencia, Doria hizo en la Real señales de levar pasada la media noche: había ocurrido una mudanza en el viento que trastornaba todos los supuestos. De Sur que empujaba el viaje hacia Malta, había saltado al NE., justamente por la proa. En tierra habló el Duque con D. Álvaro de Sande, imponiéndole de lo ocurrido y de su propósito de embarcar por la madrugada.
Todo esto era tan bueno y en tanta abundancia, que sobraba para doblado ejército del que había de ir. Desluciólo todo la poca maña que el Comisario D. Pedro Velázquez tuvo, ansí en el embarcar, como en el repartir; y si flojamente se pasó en esto, muy peor lo hizo en tomar muestra á los soldados españoles de la isla y á los calabreses y sicilianos.
Los cuatro holandeses y Lu-Hang hacían a toda prisa los preparativos para el abandono del buque. Tenían ya en la cubierta los fusiles, algunas hachas, municiones, víveres para una semana, un gran barril lleno de agua, remos, una vela, un palo para sostenerla y algunas mantas. ¡A embarcar! ordenó el Capitán.
Guimarán se fué á tierra y dió parte al Virrey de lo que pasaba en las galeras. El Duque vino á las galeras, pasadas dos horas de noche, y dijo que le faltaban por embarcar los tudescos; que les había dado su palabra de no ir sin ellos, y que le diesen los esquifes de las galeras para embarcarlos.
-Eso está claro -respondió Sancho-, pero mire vuestra merced que la escoja hacia la marina, porque, si no me contentare la vivienda, pueda embarcar mis negros vasallos y hacer dellos lo que ya he dicho.
Halléme un día suelto, y sin decir a Dios a ninguno de casa, me puse en la calle; por un agujero de la muralla salí al campo, y antes que amaneciese me puse en Mairena, que es un lugar que está cuatro leguas de Sevilla. Quiso mi buena suerte que hallé allí una compañía de soldados, que, según oí decir, se iban a embarcar a Cartagena.
Mucho tengo que hacer todavía, contestó el barón, pues me propongo embarcar á toda mi gente esta misma tarde. ¿Qué fuerza mandáis, Sir Oliver? Cuarenta y tres hombres. Los cuarenta están borrachos perdidos y los tres entre dos luces, pero los tengo á todos seguros á bordo.
Vuelto que fué Su Excelencia en tierra, poco antes del día, dió orden de aquello que se había de hacer, y entonces se tornó á embarcar en un esquife, él y D. Alvaro, para irse á la galera Condesa, del Príncipe, que para este efecto los esperaba, porque el señor Joan Andrea, Capitán general del armada imperial, se había hecho á lo largo para descubrir la mar, y había llevado consigo el resto de las galeras y enviado todos los esquifes á tierra para embarcar la infantería y otros señores del Consejo y Capitanes que habían quedado con Su Excelencia en la orilla.
Palabra del Dia
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