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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Alma para Dios criada Y hecha á la imagen de Dios, Advierte de Dios tocada En que son los mares dos De nuestra humana jornada. Y así hay dos puertos á entrar Y dos playas al salir: En uno te has de embarcar, Que del nacer al morir Todo es llanto y todo es mar. En estrecho fin paraba, Alma, aquel ancho camino; Y el que estrecho comenzaba, Ancho, glorioso y divino El dichoso fin mostraba.
Su voz de dolor y desdén vuela deshecha en las ráfagas del viento. El hijo de Peregrino el Rau hace bocina con las manos. Muchachos, vamos a largar. El viento es contrario y no llegaremos en toda la noche. Si no ocurre avería mayor. Más valía esperar. Al nacer el día acaso salte el viento. ¿En qué año nacisteis?¡Un rayo me parta si no habéis nacido en el año del miedo! ¡A embarcar, rediós!
Otro día echaron gente en Malta y volviéronse luego á embarcar con pérdida de gente, por estar los de la isla apercibidos y con caballería, ques lo que más temen los turcos. El Bajá tiró luego á recoger y se levó. Pasó junto al castillo, de donde tiraron muchas balas. Las galeras de Malta salieron á hacer lo mismo, pero no hicieron daño ninguno.
Las velas altas, que eran muy grandes, podían hacer que el junco se inclinara a estribor hasta hacerle embarcar agua si el viento arreciaba. Hubo, pues, que recogerlas. El Capitán y Hans se apresuraron a plegar la de trinquete, y Cornelio y el chino la del palo mayor. Esta maniobra se efectuó al punto, a pesar de las sacudidas que daba el junco y de la violencia del viento.
En este medio tornaron las galeras que habían ido á Mesina. El Visorrey, fastidiado de haberse detenido tanto en Malta, dió priesa á la partida, y á los 9 de hebrero se salió de casa del Maestre sin despedirse dél ni hablarle, se fué á embarcar. El Maestre quisiera tornarle aquella noche á casa y no pudo.
Acto continuo comenzó el trasbordo a la escasa luz del crepúsculo, lo cual no era cosa fácil, habiendo precisión de embarcar cerca de trescientos heridos. La tripulación sana constaba de unos quinientos hombres, cifra a que quedaron reducidos los mil ciento quince individuos de que se componía antes del combate.
«Señor Marcial dijo ésta con redoblado furor: si quiere usted ir a la escuadra a que le den la última mano, puede embarcar cuando quiera; pero lo que es este no irá. Bueno contestó el marinero, que se había sentado en el borde de una silla, ocupando sólo el espacio necesario para sostenerse : iré yo solo. El demonio me lleve, si me quedo sin echar el catalejo a la fiesta.»
En efecto, ocho días habían sido suficientes á Piali-Bajá para armar 74 galeras reforzadas, embarcar en cada una 100 genízaros y salir á la mar con fuerza de vela. Esparcida la nueva por el campamento, empaquetaron por encanto los soldados sus efectos, corriendo á la playa en tropel y metiéndose en el agua por asaltar los esquifes.
Se quiere hacer á la mar. ¿Hay quien se quiera embarcar? El Demonio hace una brillante descripción de la belleza del país, á donde se dirige la barca; la Memoria les advierte el engaño, pero se aletarga al oir un nuevo canto más melodioso, y cae ensordecida en la orilla, mientras que el Alma y el Deseo suben en la barca.
Entrando el mes de otubre con gran lluvia y tempestad de vientos, á todos los que se les entendía algo de cosas de mar, les parecía desvarío partir en tal tiempo una armada tan grande como aquélla, mayormente dándose la poca priesa que se daban á embarcar lo que era menester, que, según la torpeza y flojedad que en esto usaban, no acabarían por todo aquel mes.
Palabra del Dia
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