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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Esta singular mujer estuvo en Sevilla en 1630, cuando su nombre era conocidísimo en toda la península, y aquí permaneció breve tiempo, disponiéndose para embarcar de nuevo á América, siendo aquél su último viaje, pues la monja alférez desapareció en 1635, sin que se volviese más á saber de ella.

El Duque, remiso en embarcar en la armada sin los soldados, bien que entendiera que nada tenía que hacer en los Gelves, no quiso tampoco determinar por ni aceptar el consejo de Juan Andrea Doria, sin que otros jefes deliberaran sobre lo que ante todo convendría á la honra; y como todos juzgaran que debía acudir á su obligación en Sicilia, venció la repugnancia.

-Para todo hay remedio, si no es para la muerte -respondió don Quijote-; pues, llegando el barco a la marina, nos podremos embarcar en él, aunque todo el mundo lo impida. -Muy bien lo pinta y facilita vuestra merced -dijo Sancho-, pero del dicho al hecho hay gran trecho, y yo me atengo al renegado, que me parece muy hombre de bien y de muy buenas entrañas.

Con estas palabras y otras tales entretenían al Bajá, que en ninguna manera se quería entretener más allí, porque los cristianos desharían su armada, y estaba á gran peligro; y si como entonces se entendía de los mismos renegados, si 25 ó 30 galeras de cristianos bien en orden parecían, no solamente bastaban á dar socorro al fuerte, mas cobraban todo lo que se había perdido, con mucha honra, y desto tenía gran temor el Bajá, por tener toda su gente en tierra, así los soldados como la chusma, y así sus galeras como las que tomaron á los cristianos estaban todas desarmadas, que no tenían 50 hombres por galera, y tenían los remos y timones en la mar, temiendo que los esclavos cristianos se alzasen con las galeras, y así los cristianos perdieron en esto una gran ocasión, que á lo menos debían parecer y hacer muestra que eran vivos, que tocando solamente una arma en la mar, bastaba para hacer embarcar el Bajá con todos sus turcos, sin esperar más, y por lo menos el fuerte era socorrido y quedaba libre, porque los cristianos podían salir fuera á tomar agua y otros refrescos, y á deshacer las trincheras y reparos de los turcos.

Que si el armada hubiera tomado el camino de los Gelves aquel día hobiera amanecido allí, habiendo partido del Gozo antes de la fragata que trajo el aviso, y que se fuesen las naves y esperasen con las galeras á tomar la gente que quedaba por embarcar y hacer su aguada. Scipión Doria fué del parescer de Cigala y algunos otros que allí estaban.

Mucha gente de la que se había escapado de las galeras perdidas y de la que se había quedado por embarcar, se iba cada noche á Sicilia en fragatas y barcos por no tener que comer, que no les daban ración á éstos ni á otros muchos que morían de hambre, y la que daban á los soldados era tan poca. Cuando tuvimos agua nos faltó el pan, y cuando volvió á faltar el agua, lo daban de sobra.

Roger con el parecer y consejo de sus Capitanes se resolvió de invernar en Cizico, lugar acomodado por la fortaleza del sitio, y abundancia de las vituallas, y porque el año siguiente fuese menos embarazosa la salida que si hubieran de partir de Grecia, y embarcar y desembarcar la caballería tantas veces, cosa de suyo tan molesta.

Amaneciò con viento SO fresco, mucha lluvia y truenos, y siguió la feria de los indios, d ndoles de comer y aguardiente. Al amanecer empezé embarcar la vasijería, y todos los útiles que tenia en tierra, para pasar con el bergantin á la otra banda donde est n los indios, por custodiar los animales que comprè.

Esperamos en la Bahía de los Elefantes una larga temporada. Se decía que uno de los reyezuelos del interior iba a hacer una razzia y a traer cientos de esclavos. Después de aguardar cerca de un mes, no pudimos embarcar mas que quince o veinte negros, otras tantas negras y unos cuantos chiquillos. Era una miseria.

Viendo el Bajá una cosa tan vergonzosa, hizo vela y comenzó á seguir la armada de cristianos, y toda la desbarató sin pelear, y Su Excelencia, que á esta sazón se hallaba en la mar con un esquife, con D. Alvaro de Sande, en que se iba á embarcar, viendo que la armada turquesca daba caza á la cristiana, con el mismo esquife se tornó en tierra, y así hicieron todos los otros señores capitanes y soldados que pudieron hacer lo semejante, cosa de gran compasión, de ver el señor Juan Andrea Doria embestido con su galera en tierra, la cual encalló, y todos fueron presos, y él se fué con su esquife al fuerte.

Palabra del Dia

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