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No quería poner en seco la embarcación; pensaba volver al mar aquella tarde, luego de comer: asunto de calar unos palangres, que recogería a la mañana siguiente. ¿Le acompañaba el señor?... Febrer hizo un gesto negativo, y el viejo se despidió de él hasta la madrugada siguiente. Le despertaría desde la playa cantando el Introito cuando aún hubiera estrellas en el cielo.

La menos agua que hallé fueron dos brazas, y con todo, era tanta la marejada que tocó algunas veces la embarcacion, no calando esta mas que 71/2 palmos: pasé la barra y navegué por 3 brazas de fondo hasta la punta del N del rio, que me dió el viento de proa, y á fuerza de muchos bordos logré dar fondo dentro del rio.

Entonces vendréis con la chalupa de vapor á pasar por la isla, lo más cerca posible, en cuanto cierre la noche, lo que es aquí obra de algunos minutos... Nosotros nos echaremos al mar y llegaremos á nado á la embarcación. Si grito, forzaréis la velocidad hacia nosotros, pues será que estemos en peligro. En pocos instantes se decidirá nuestra salvación ó nuestra pérdida. ¿Y el navío?

Tal vez estaban muertos á aquellas horas. Su remota esperanza era que se hubiesen refugiado en otra embarcación, siendo recogidos por cualquiera de los vapores que se mantenían á la vista. Un dolor desesperado, ruidoso, meridional, cortó con sus alaridos el rumor de las conversaciones. Acababa de subir á bordo una pobre mujer italiana llevando un niño en brazos.

Tanto indios como indias, comian bien, y aun con mejor gusto que su bastimento, las miniestras y carne salada que diariamente se les daba guizada en la embarcacion,

Lo primero que pensó fué buscar una piedra, un árbol, algo donde atar la cuerda del bote, que sostenía con su diestra. Tuvo miedo de que durante la noche la resaca se llevase mar adentro esta embarcación, que representaba su única esperanza. Buscando en la penumbra, dió con un grupo de arbustos vigorosos cuyas ramas llegaban á la altura de su cabeza.

La embarcación hizo rumbo a la torre, y al llegar cerca de ella desvióse hacia una playa inmediata, chocando su proa en el fondo de grava. El viejo amainó la vela y aproximó la embarcación a una roca aislada en medio de la playa, de la cual pendía una cadena. Amarró a ella la barca, y luego saltaron a tierra él y Jaime.

Tuve, pues, el presentimiento de una desgracia, y dije para : «Alguien perece.» Y era la pura verdad. Una embarcación de práctico, que á pesar de lo embravecido del mar había salido para librar del peligro del paso á un buque mercante, perdió uno de sus hombres, y aun la embarcación estuvo á punto de zozobrar. El desgraciado dejaba tres hijos y su mujer embarazada.

Nos quedamos solos la condesa y yo por largo rato, pudiendo sin testigos hablar tranquilamente lo que verá el lector a continuación si tiene paciencia. Gabriel me dijo , te he llamado para decirte que ayer, en una embarcación pequeña, venida de Cartagena, ha llegado a Cádiz el sin par D. Diego, conde de Rumblar, hijo de nuestra parienta, la monumental y grandiosa señora doña María.

Salir de aquí no es nada... Un traje para que no sea reconocido fuera del campo... Te llevaré á un sitio convenido un traje como los de nuestros marineros. Será preciso que gane la playa y que espere la noche para que venga á buscarme la embarcación. Estaré contigo... Yo no te dejo.