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Abrió los ojos, y vio cerca de María Teresa una llama ondulante que subía hasta el techo. Un doble movimiento, arrojó en sentido inverso a Juan y a Huberto. Mientras éste tocaba apresuradamente el botón eléctrico, Juan arrancaba la pantalla de vitela que ardía, los papeles de música encendidos a su contacto y, oprimiendo todo entre sus manos, sofocó el fuego.

Juan pasó de labor a labor, de oficio a oficio, practicándolos todos, sin dominar ninguno, renunciando a unos por penosos e insalubres, a otros por indignos y embrutecedores, hasta que entró en una compañía de alumbrado eléctrico, casi como bestia de carga. Su obligación era llevar artefactos, utensilios y herramientas a sus compañeros de trabajo.

María asintió con un movimiento de cabeza, Jacobo tocó un timbre eléctrico, al que no acudió el camarero, sino los patrones del yate, Marenval y Tragomer. María, de pie en el salón, un poco pálida bajo la cruda claridad de los tragaluces orlados de cobre, veía llegar á Cristián. ¿Le había amado antes de rechazarlo tan duramente?

Y elevando su tono la irritada voz, dijo junto a la puerta, con acento imperativo: Váyase... Voy a llamar. Sonó a lo lejos un timbre eléctrico, y él tuvo que huir, temeroso de que le sorprendiesen en su ridícula inmovilidad ante la puerta cerrada. En el pasillo se cruzó con una de las doncellas, que acudía al llamamiento disfrazada de florista tirolesa.

La aventajada situación en que se encuentra la isla de Mindanao la coloca fuera de la acción destructora de los vaguios, que sólo ejercen su influencia en una pequeña parte de la costa Norte. Electricidad. Los fenómenos emanados del fluído eléctrico son entre los de la naturaleza los que con mayor intensidad se desarrollan en el Archipiélago filipino.

La luz enceguecedora llamaba su atención al principio, poco a poco sus ojos se animaban, se reían al fin estrepitosamente, congestionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegría bestial, como si fuera comida. Otras veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras, imitando al tranvía eléctrico.

Ahora bien: como desde hace mucho tiempo, y sea por lo que sea, no nos hemos lucido los españoles en las ciencias de observación y en el estudio de la naturaleza o del universo visible, bien se puede inferir que la corona de dichas ciencias y de dicho estudio, o sea la filosofía, o tiene que ser entre nosotros anacrónica y fuera de moda, o hasta cierto punto tiene que ser importada, como el telégrafo eléctrico, la fotografía, el teléfono, el fonógrafo y no pocas otras invenciones sutiles y pasmosas.

Añádase que, si es cierto que el flúido eléctrico entra en la economía de la vida humana y es el mismo que llaman flúido nervioso, el cual excitado subleva las pasiones y enciende el entusiasmo, muchas disposiciones debe tener para los trabajos de la imaginación el pueblo que habita bajo una atmósfera recargada de electricidad hasta el punto que la ropa frotada chisporrotea como el pelo contrariado del gato.

Protestó, como siempre, al notar que el amante, incorporándose en la cama, buscaba el conmutador eléctrico. Nada de luz: ella gustaba de comenzar sus arreglos al fulgor de la chimenea. Más adelante podría encender. Y vagó por la habitación, buscando de mueble en mueble las piezas de ropa esparcidas al azar en la locura pasional del primer momento.

Instintivamente buscó el botón eléctrico para hacer la obscuridad, y antes de perder completamente la percepción del mundo exterior oyó sus primeros ronquidos. Una luz hiriéndole en los ojos le hizo incorporarse. Vió al coronel junto á su lecho. El profundo silencio de la noche, que aún parecía más absoluto sostenido por el rumor del mar, se rasgaba á lo lejos con el jadeo de un automóvil.