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Actualizado: 16 de junio de 2025


Por un sentimiento de delicadeza muy natural, pero excesivo, no había querido confesar ni aun a sus amigos el verdadero estado de su brazo herido: la verdad era que todo ejercicio violento, y sobre todo el de la esgrima, determinaban en aquel desgraciado brazo un malestar y un entorpecimiento que debían dar una gran ventaja a un tirador tan consumado como el señor de Maurescamp.

Si estos fenómenos son producidos por el alma, como es cierto, hay en ella un ejercicio de actividad de que, ó no tiene conciencia, ó la tiene tan confusa y tan débil que es como si no la tuviese. El testimonio de la conciencia es fundamento de los demás criterios en cuanto es un hecho que todos ellos han menester, y sin el cual son imposibles.

La idea de actividad nos ofrece la de un principio de mudanzas en otros seres; los cuerpos las están produciendo de continuo en nosotros, real ó aparentemente. El ejercicio de las facultades sensitivas, implica una comunicacion con los seres corpóreos; y en esta comunicacion el ser sensitivo recibe de los cuerpos una multitud de impresiones, que le hacen sufrir continuas mudanzas.

Hasta qué punto la vista podria perfeccionar la idea de la extension, esta es una cuestion diferente; aunque salta á los ojos que si la vista por sola puede darnos idea de la extension, el continuado ejercicio de este sentido iria perfeccionando la misma idea.

La menor cantidad de bebidas alcohólicas produce pesadez y enerva, y los alimentos escitantes hacen laboriosa la digestion. En fin, á los dolores sucede pronto el abatimiento, la debilidad, contracciones espasmódicas, temblores asténicos, movimientos involuntarios, conmociones de los músculos ó una grande postracion despues del menor ejercicio ó tan solo por la accion de hablar y pensar.

Su naturaleza pletórica exigía el ejercicio. Aquella vida sedentaria que le gustaba a Ventura, aquel eterno teatro, aquellas visitas, aquel trasnochar sin sustancia, le mataban; la sangre se le ponía espesa como el aceite... ¡Pero qué le importaba a ella todo eso!

Rorró: exclamó tía Pepilla dile a tu madrina lo que te recomendó el doctor. , tía; ejercicio, mucho ejercicio; siquiera una vuelta por la sala todos los días; ¡una vuelta, una sola, madrina! Eso de estar así, sentada, todo el día sentada, ¡no puede ser bueno!... ¡Pero... si... no puedo! murmuró. Un esfuerzo.... Tía Pepa me hizo una seña para que viera yo los pies de la enferma.

Nos metimos en la lancha y comenzamos a remar, sustituyéndonos alternativamente. Al principio, aquel ejercicio nos reanimó; pero pronto empezamos a cansarnos, íbamos entre la bruma. A media mañana vimos que se acercaba hacia nosotros un guardacostas; retiramos los remos y nos tendimos los tres en el fondo de la lancha.

El prestidigitador buñuelista era un hombre pequeño, antipático, tirando a viejo. Sudaba tanto con aquel continuo y fatigoso ejercicio, que su cara parecía haber estado en remojo poco antes. Para entretener el fastidio canturreaba 10 esta copla: Reinará D Carlos con la Inquisición, cuando la naranja se vuelva limón.

Mientras hacen ejercicios variados, murmuran: «Quince minutos de ejercicio diarios, y estaréis como una manzanaEn medio, en un largo banco, están sentados los maridos con hijos, y cada uno tiene un niño en brazos. Están tristemente cabizbajos, y todo en su actitud manifiesta una desesperación estilizada.

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