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Ahora recuerdo hasta con gusto las bastonadas que estos señores me mandaron arrimar por no qué medida de cercenada economía que yo solía aplicar en el pan que vendo en el mercado todas las mañanas.

En este punto de la situación económica, ya no entra por nada la fantasía del Barón. La pura verdad acude en su abono y le concede justa alabanza. El Barón es un prodigio de arreglo y de economía. No disimula su pobreza, pero tampoco la deplora. En los círculos más elegantes se presenta siempre con el decoro propio de su clase. No juega, ni bebe.

Conocía bien la historia de la revolución francesa, especialmente la de los Girondinos; estaba versado en Economía política, había leído la Profesión de fe del siglo XIX de Pelletan, algunos versos de Víctor Hugo y tres volúmenes de la Historia Universal de César Cantu.

Tienes, a lo sumo, veinte mil duros, más ocho mil que pertenecen a Juanito, por ser la herencia de su padre. Se acabaron, pues, las locuras. Ahora mucho orden y mucha economía, y así podrás ir tirando. Sobre todo, no cuentes conmigo en los apuros. Si fueras pobre te tendería la mano; pero tienes para comer, y a no me gusta amparar a los derrochadores.

No te metas, Ramón, en lo que no sabes contestaba mi tía furibunda. Vean ustedes, señores: llevar hombres jóvenes a las cámaras sería nuestra perdición. La juventud del día no tiene talentos prácticos; ¿cómo quieren ustedes que los tenga? ¡Le da por la historia y por estudiar el derecho constitucional y la economía política en libros!

A quienes presentan á Lope como á un genio puramente inculto, y hablan de su negligencia y mal método, diremos que el número de sus obras, que se distinguen por el más esmerado arreglo de las partes que las componen, por el cálculo más juicioso de los efectos, por su más prudente economía, de suerte que no hay en ellas escena ni personaje ocioso, no puede compararse con las escritas por ningún otro poeta, famoso por estas prendas.

Con mucho gusto, sobrina respondió mi tío doblando inmediatamente su diario. Creí serte grato dejándote entregada a tus pensamientos. ¿De qué vamos a disertar? ¿De la cuestión de Oriente, de economía política, de trajes de muñecas o de las costumbres de los cafres? Todo eso me importa poco, y respecto a las costumbres de los cafres, creo, tío, que tanto como vos.

El pobre chico no dejaba de expresar su admiración por el buen arreglo y economía de su futura, haciendo por sus propias manos la tarea que desempeñan mal esas bergantas ladronas que llaman criadas de servir.

A riesgo de que nos ocurriese un percance, nos echamos á andar y abrir puertas, y entramos á cuantos salones y aposentos hallamos abiertos, sin encontrar alma viviente. El palacio parecia mas bien un inmenso sepulcro que una residencia de corte. Donde quiera reinaban en los muebles y adornos la sencillez, la modestia y la economía.

Se quedó en que aquella noche cenarían todos los del corro a costa de don Frutos. ¡Raro desprendimiento en aquel corazón amante de la economía! Ronzal creyó que una vez más se había impuesto a fuerza de energía; ¡y ahora delante de don Álvaro! Aceptó la cena y el papel de vencedor; por más que estaba seguro de que en su casa no había diccionario. Pero ya que Foja lo decía....