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Actualizado: 30 de septiembre de 2025


Allí está, con sus columnas de madera, el palacio de Cochinchina, y en el patio su estanque de peces dorados, y los marcos de las puertas labrados a punta de cuchillo, y, en el fondo, en la escalinata, dos dragones, con la boca abierta, de loza reluciente.

Es que desde algunos meses acá bien poco le lucía el trabajo a su padre. Antes despachaba más. El que viese aquellos cañutos dorados, ligeros y deleznables como las ilusiones de la niñez, no podía figurarse el trabajo ímprobo que representaba su elaboración.

¡, por Dios! exclamó el Príncipe Negro. Ese ha sido uno de mis sueños dorados, ver ondear el estandarte inglés sobre los muros y mezquitas de la ciudad santa. La conquista de Jerusalén no puede parecer peligrosa ni ardua á quienes han realizado la conquista de París. Ni me había de contentar yo con eso, sino con el sitio y toma de Constantinopla y la guerra á muerte contra el Sultán de Damasco.

En el escaparate, ancho y de poca altura, se veían fanales de barco, rodeados de alambres gruesos y dorados; cronómetros, cámaras de bitácora, correderas, sextantes, catalejos y otros muchos instrumentos.

Además dijo el tío Manolillo tomando otro papel más abultado , aquí hay una porción de lazos: blancos, verdes, azules, dorados; adornad ese plato de confituras, Montiño, que esté vistoso; vamos, que se pasa el tiempo.

Y estas gentes, que en sus lejanos países habían oído hablar muchas veces de Monte-Carlo, al verse en él por los azares de la guerra, se amontonaban junto á las mamparas con una curiosidad infantil, admirando instantáneamente, al abrirse y cerrarse aquéllas, la rápida visión de los salones dorados, puestos en fila y llenos de público. Después se retiraban, cediendo el sitio á otros camaradas.

El linaje humano, constituido en sociedad, puede adelantar tanto en el camino de la perfección que casi ó sin casi no necesite gobierno. En la meta de su carrera triunfante coloco yo, en mis sueños dorados, una pacífica y deliciosa anarquía.

«¡Ah, infame don Juan; empiezas a pagármelas! ¿Conque muebles, alfombras, almohadas, sedas, palitroques dorados y silla en forma de ocho para traer a mi sobrina? ¿Pues ahora verás! lo gastas y yo lo aprovecho. Y si puedo, te caso. ¿Cómo? Todavía no lo , pero ya veremos

Los objetos que herían la imaginación del hidalgo con más sutil embeleso eran sus vidrios y marfiles. Estos, fríos, tersos y cuasi dorados, provocábanle indecible entusiasmo. Tenía gestos de verdadero amor para cogerlos de los fanales y acercarlos a la luz.

Las puertas que ponían en comunicación unos salones con otros estaban abiertas, dejando ver, fingida por los espejos, la perspectiva de una galería profunda, encerrada en marcos dorados, formada con imágenes de telas o tapices que, multiplicándose, se reproducían hasta confundir la vista con su último término vacilante y confuso.

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