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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Estaban también aquellas que no podían faltar dondequiera que hubiese holgorio, verbigracia: Pepa Frías, Lola Madariaga, etc. Había hombres de negocios, personajes políticos, títulos rancios y nuevos. Al montar en el tren podía observarse la solicitud servil de los empleados de la estación, la extrema turbación que en aquel recinto producían los poderosos de la tierra.
Comuníquele lo que ha hecho. Dígale que me he llevado a su hijo, y hágale saber que jamás debe ver... ver... otra vez al niño. Allí donde vaya éste, él no debe venir; dondequiera que me lo lleve, él no debe seguir. Basta, pues. Estoy cansada y... me queda aún mucha tarea. Y la acompañó hasta la puerta. En el umbral, la mujer se volvió. Buenas noches.
Mas, ¿de qué me quejo?, ¡desventurado de mí!, pues es cosa cierta que cuando traen las desgracias la corriente de las estrellas, como vienen de alto a bajo, despeñándose con furor y con violencia, no hay fuerza en la tierra que las detenga, ni industria humana que prevenirlas pueda. ¿Quién pudiera imaginar que don Fernando, caballero ilustre, discreto, obligado de mis servicios, poderoso para alcanzar lo que el deseo amoroso le pidiese dondequiera que le ocupase, se había de enconar, como suele decirse, en tomarme a mí una sola oveja, que aún no poseía?
Justo es advertir que esta teoría acerca de la flirtation me la ha explicado una señora de mucho talento y muy docta en tales estudios. De lo que yo no respondo, es de que el vocablo inglés tenga el mismo significado por dondequiera. Tal vez flirtation y coquetería sean en la Gran Bretaña perfectos sinónimos. Pero aquí no tratamos de filología.
Torno a decir que la sospecha que tengo que algún descuido mío engendró en ti tan desvariados pensamientos es la que más me fatiga, y la que yo más deseo castigar con mis propias manos, porque, castigándome otro verdugo, quizá sería más pública mi culpa; pero, antes que esto haga, quiero matar muriendo, y llevar conmigo quien me acabe de satisfacer el deseo de la venganza que espero y tengo, viendo allá, dondequiera que fuere, la pena que da la justicia desinteresada y que no se dobla al que en términos tan desesperados me ha puesto.
Los que nunca han visto a un notario corriendo tras sus narices no podrán hacerse cargo de su ardor. ¡Adiós frambuesas y fresas! Por dondequiera que pasaba el alud, quedaba la cosecha apabullada, destruida, aniquilada; todo eran flores mustias, brotes rotos, ramas tronchadas, tallos pisoteados.
Es que el velo no le va bien á nadie, por que, sin cubrir una caballera fea, obscurece una bonita, y exige un chal que oculta las formas.... ¡Qué enterado está usté de esas cosas, ave María! Soy artista, Teresa. ¿Y qué tiene que ver lo uno con lo otro? ¡Friolera! Estudio la belleza dondequiera que la encuentro. Lo que usté estudia son picardías.
Y como había leído muy claro en la última mirada de Juana a su marido, comprendiendo que estaba allí de más, concluyó con estas palabras: Conque, hijos míos: dicho lo dicho, me largo a mis quehaceres; pero conste que no me he mezclado en vuestros asuntos hasta que lo habéis solicitado, y no dudéis que aquí o dondequiera que la fortuna os coloque, no han de faltaros mis pobres oraciones ni mis deseos de que Dios, autor y dispensador de toda felicidad, os la dé tan cumplida como duradera.
Ella respondió con mucha humildad que se llamaba la Tolosa, y que era hija de un remendón natural de Toledo que vivía a las tendillas de Sancho Bienaya, y que dondequiera que ella estuviese le serviría y le tendría por señor. Don Quijote le replicó que, por su amor, le hiciese merced que de allí adelante se pusiese don y se llamase doña Tolosa.
4 Estos son los que con mujeres no son contaminados; porque son vírgenes. Estos siguen al Cordero por dondequiera que fuere. Estos son comprados de entre los hombres por primicias para Dios, y para el Cordero. 5 Y en su boca no ha sido hallado engaño, porque ellos son sin mácula delante del trono de Dios.
Palabra del Dia
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