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Actualizado: 27 de julio de 2025


Tan escasa era la claridad, que doña Manuela se dio un golpe contra la hoz clavada en la pared para cortar la hierba, y pasaron algunos momentos antes que las tres mujeres distinguieran a Nelet en el fondo de la cuadra. El pobre muchacho, a pesar de su rudeza, contemplaba a Brillante con asombro doloroso, frunciendo el ceño como si quisiera cerrar el paso a las lágrimas.

Mis impresiones del presente de América, en cuanto ellas pueden tener un carácter general a pesar del doloroso aislamiento en que viven los pueblos que la componen, justificarían acaso una observación parecida. Y sin embargo, yo creo ver expresada en todas partes la necesidad de una activa revelación de fuerzas nuevas; yo creo que América necesita grandemente de su juventud.

Y en efecto, en aquella ocasión me había causado sorpresa la intensa tristeza que expresaba el semblante del ilustre marino, como si presagiara su doloroso y cercano fin.

Vió otra vez sobre una mesa de la biblioteca los mismos periódicos que él acababa de leer, y se explicó el desaliento de su amigo, quebrantado por el vaivén de los sucesos, saltando en el curso de unas pocas horas de la confianza á la desesperación. Era rudo el contraste entre su voz fría y reposada y el crispamiento doloroso de su rostro.

Pronto pasó uno más, cuando ocurrió algo que, si bien hubiera debido preverse, fue muy doloroso para Rafaela. Juan Maury, trasladado por su gobierno con ascenso a una Legación de Europa, tuvo que abandonar a Río de Janeiro.

Contribuían, además, á esta gravedad, un remordimiento y una aspiración. Aquella aspiración y aquel remordimiento estaban representadas por dos mujeres. La aspiración era por su madre. Don Juan sabía que era una dama ilustre. Pero su nombre... el joven hubiera hecho un doloroso sacrificio por saber el nombre de su madre. El remordimiento estaba representado por Dorotea.

Todo el mundo se volvía al pasar por su lado, y exclamaba: ¡Qué linda pareja! Es el joven conde Arturo de V *. ¿Se ha casado, por ventura? Estremeciose Judit al oír esta pregunta, experimentando cierto doloroso placer, de que no pudo darse cuenta.

Además, desde que había renacido su amor a impulsos de la desgracia, y ella y Juan vivían tranquilamente, queriéndose mucho, no creía que un nuevo accidente viniese a turbar su dicha. Aquella cogida era obra de Dios, que muchas veces saca el bien del mal, y había querido unirlos por medio de un accidente doloroso. Juan torearía como otras veces y volvería a casa sano y salvo.

Tuve todavía un gran pesar, que de tan vivo y doloroso, no puedo confiárselo a nadie; la susceptible altivez de mi esposo no le dejaba comprender que existiera correspondencia entre la señorita de Orleans y yo, ni las gracias que mi familia recibió de ella, en muchas y determinadas ocasiones.

Flimnap pasó una segunda noche sin dormir. Tenía ante sus ojos á todas horas el rostro doloroso del gigante caído. Contemplaba sus manos cubiertas de sangre, su cuello surcado por dos profundos arañazos, su gesto de cólera impotente, que hacía recordar la desesperación pueril de un niño abandonado. ¡Morir así! murmuraba el vencido . ¡Acabar á manos de este hormiguero de hombres-insectos!...

Palabra del Dia

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