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Actualizado: 23 de julio de 2025
Sus ojos fatigados por la fiebre le cosquilleaban dolorosamente, pero esperaba llorar cuando cayese a los pies de Honorina. En los grandes dolores de la vida, nuestros ojos se calman con las lágrimas.
Y dirigiéndose a la joven: Vaya, niña: una tacita de té de hojas de naranjo, con unas gotas de éter. La enferma parecía no poner atención a los dichos del médico, y me miraba dolorosamente, como si quisiera decirme. «¡Ya lo ves! ¡No creo en nada de esto!» Recetó Sarmiento unas cucharadas y una pomada. Le acompañé hasta el zaguán. Doctor; dígame la verdad.... ¿Cómo ve usted a mi tía?
Cuando le preguntaba el motivo de ésta, me miraba tan dolorosamente como si temiera perderme en seguida. Un día, muy lejano ya, cuando por primera vez me habló de su vida de soltero, ¡había tanto desdén en sus palabras! Y la convicción de haberse apartado por fin del error, de la culpa, ¡lo reconfortaba tanto!...
Amparo se asió a mí, y me miró pálida, aterrada, anhelante. Mustafá gruñía dolorosamente. Venía Amparo en el mayor desorden: deshecho el peinado; una de sus manos envuelta en un pañuelo.
La resolución adoptada por Pepe de ir a trabajar con Millán, hirió dolorosamente el ánimo de don José: pero hubiera sido difícil precisar qué impresión le hizo más mella, si el dolor de ver a su hijo llevado a tal extremo, o el orgullo de considerarle tan fuerte ante la adversidad. Las lágrimas de ternura se secaron pronto en sus ojos: el engreimiento no se le borró del alma.
¿Y luego?... porque supongo que querrás que él entre solo. Sí, sí, es verdad; me olvidaba; entradle hasta aquí á obscuras; que no pueda ver la desnudez de esta casa; además, esa obscuridad tendrá para él algo de misterioso, y esta habitación le parecerá mejor. Luego, Manuel, necesito que nadie me escuche; ¿lo entendéis? Nadie te escuchará, hija mía dijo dolorosamente el bufón.
Solo con el auxilio de un sirviente, y asiéndose del pasamanos de hierro, podía subir lenta y dolorosamente las escaleras de la Aduana; y luego, arrastrándose con harto trabajo, llegar á su asiento de costumbre junto á la chimenea.
Esa pobre mujer confiesa, ella misma, que aun estando convencida de la inocencia de su hijo, se ve en la imposibilidad de probarla. ¿Cómo, entonces, no perdonar á los extraños un poco de vacilación, sobre todo cuando se ofrecen á reparar su falta? Cristián movió dolorosamente la cabeza y cambió de conversación. ¿De modo que en la casa nadie ha cambiado de convicción? Están más firmes que nunca.
¡Qué suplicio! He pagado bien cara mi salvación al precio de esta esclavitud... Apoyó la cara en la mano y se puso á reflexionar dolorosamente. Cuando la doncella fué á anunciar que el almuerzo estaba dispuesto, la encontró en el mismo sitio, con la mirada fija y la boca contraída, repasando en la memoria sus tristes recuerdos.
Si vienen ... No se detenga usted un momento más; yo se lo ruego. Me va usted á perder. Clara, Lázaro no hará nada por ti. Su imaginación está embebida en la política. No esperes nada de él. Sí, sí espero: me salvará. Estoy segura de ello dijo dolorosamente la joven. ¿Por dónde lo sabes? El mismo me lo ha dicho. ¿El? No puede ser. Yo dudo que haya podido verte, según me han dicho.
Palabra del Dia
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