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Actualizado: 8 de octubre de 2025
¡Oh! ¡Es triste la vejez! Algunas noches, el viejo solía adormecerse ligeramente en medio de la muda contemplación de su hija. El reloj daba las doce, sin que Blanca hubiese regresado a aquel hogar trunco por la oposición de su vejez a su juventud.
Llevaba andada más de media alameda y aún no había don Juan logrado que la memoria le aclarase las dudas sugeridas por el espectáculo de aquella mujer. Apretó el paso, adelantose casi rozándole la falda, y a los diez o doce metros se volvió y vino hacia ella, resuelto a mirarla como las águilas miran al sol, cara a cara.
Entretanto, el mismo Abu-el-Casín hizo alarde y reseña de todos aquellos respetables wazires, ministros, cadíes, oradores, literatos y poetas que componían sapientísimo diván, y encontró que, sumados cuidadosamente uno por uno, y tomando sus nombres para evitar toda confusión, no se hallaban más que ciento y doce sabios entre todos.
Cirilo se pasó la mano por la frente y respondió con amargura: Ya ves, querida, que ningún día puede llamarse feliz hasta que suenan las doce de la noche. UN TROPEZÓN DE GUSTAVO NÚ
A poco entraban en la estancia del obscuro diván las doce tinieblas personificadas del Sennaar, que conducían en un rico palanquín, y entre almohadones de ormesí y sedas, a la desmayada cuanto hermosísima Híala.
Tenía doce años y pasaba con razón por un muchacho imbécil: no sabía leer sino silabeando torpemente; las letras, formadas en línea, nublaban mis ojos, y al querer mover la lengua para pronunciar las palabras, la sentía amarrada por ligaduras crueles, que me hacían tartamudear y sentir delante de los extraños la herida profunda y venenosa del ridículo.
El primer fundamento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, calcedonia; el cuarto, esmeralda; 20 el quinto, sardónica; el sexto, sardónice; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista. 21 Y las doce puertas son doce perlas, en cada una, una; cada puerta era de una perla.
Corneta en persona; la retaguardia, también de siete, que va mandada por Dumanoir, y el cuerpo de reserva, compuesto de doce navíos, que manda Don Federico. No me parece que está esto mal pensado. Por supuesto que van los barcos españoles mezclados con los gabachos, para que no nos dejen en las astas del toro, como sucedió en Finisterre. A ese señor todo le parece fácil.
El 7 de febrero á las doce de la mañana mi bote estaba preparado, y partí con mi familia del puerto de Calamar para descender el canal del Dique, prefiriendo esa via mas bien que la de tierra, porque si esta era mas corta, la otra tenia para mí todo el interes de una obra nacional importante para el comercio, y todo el encanto de una navegacion en extremo pintoresca.
Alrededor del circo, atados a los pies de un banco hecho con tablas, había diez o doce perros flacos y sarnosos. El domador hizo restallar el látigo, y todos los perros a una comenzaron a ladrar y a aullar furiosamente. Luego el hombre vino con un oso atado a una cadena, con la cabeza protegida por una cubierta de cuero.
Palabra del Dia
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