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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Así que, mis señores, vuesas mercedes están obligados por leyes divinas y humanas a sosegarse. -El diablo me lleve -dijo a esta sazón Sancho entre - si este mi amo no es tólogo; y si no lo es, que lo parece como un güevo a otro.

Y al fin, fin, de espada y capa Dará a las salas comedias, Y al teatro para el vulgo De divinas apariencias. Por ser muy raro el tomo II de las Comedias de poetas valencianos, y porque además suele faltar en algunos ejemplares la apología de la comedia española, que le precede en otros, la copio á continuación: "APOLOG

Finalmente, sólo el vértice es bastante alto para ver el sol, dominando la curva de la tierra; se ilumina como con una chispa: parece uno de esos prodigiosos diamantes que, según las leyendas del Indostán, fulguraban en la cumbre de las montañas divinas. Súbitamente desapareció la llama; desvanecióse en el espacio.

Verás qué ricamente vas a estar. Hay en él unos señores monjes muy simpáticos que no hacen más que pensar en Dios y en las cosas divinas. ¡Cuánto me alegro de que hayas tomado esa determinación!

Y es lo malo que hay ignorantes que digan que esto es lo perfecto, y que lo demás es buscar gullurías. Pues, ¿qué si venimos a las comedias divinas?: ¡qué de milagros falsos fingen en ellas, qué de cosas apócrifas y mal entendidas, atribuyendo a un santo los milagros de otro!

A pesar de esto yo era feliz, porque la tenía en mis brazos, apartábale de la frente los desordenados cabellos, y con mi pañuelo limpiaba sus lágrimas divinas, con las cuales se refrescarían, si las bebieran, los condenados del Infierno... El pérfido Lobo no se apartaba de allí, y desde luego me parecieron sospechosos el esmero y solicitud con que la atendía.

Porque todo se arreglaba por dinero y sumisiones en Roma, residencia del poder absoluto para atar y desatar, para vender el perdón y la indulgencia divinas, y no eran el crimen o el vicio, expiables por el arrepentimiento, los que tenían que pagar el más alto rescate.

Todo aquel brío de voluntad, todo aquel tesoro de amor que yo descubría en su pecho, todos aquellos pensamientos elevados y generosos que agitaban su mente, todas aquellas aspiraciones sin nombre, infinitas, divinas, que germinaban en su espíritu, en perenne primavera ideal, todas aquellas flores celestiales, nacidas en el huerto sellado de su fantasía y cultivadas con esmero por su recto juicio, propenso por naturaleza, educación y gracia, a lo santo y puro ¿a quién había ella de dedicarlos y consagrarlos?

Otro argumento hacen los Sectarios contra la divinidad de las Sagradas Letras. Dicen, que nosotros probamos la revelacion de las Divinas Escrituras por la autoridad de la Iglesia, y la infalibilidad de la Iglesia por las Escrituras lo qual es peticion de principio y círculo vicioso.

Quien tales cosas trata se expone, muy a su despecho, a deslustrar el decoro y a ofender la majestad de las cosas divinas. Escritores heterodoxos o impíos o sólo imprudentes acaso, han abusado de tan peligroso género de amena literatura en estos últimos años. ¿Qué es más que una novela, aunque así no la llame, la Vida de Jesús de Ernesto Renán?

Palabra del Dia

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