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Actualizado: 21 de junio de 2025


En este caso de Roger, ni su buen discurso, ni el conocimiento grande de la naturaleza de los Griegos, ni los avisos de su mujer, ni los ruegos de los suyos, pudieron detenerle para que voluntariamente no se entregáse á la muerte.

Desgraciadamente también se ha perdido hasta el rastro de ésta, que debió ser inapreciable colección de curiosidades, y varias fueron las garantías que tomó el insigne sevillano para poner á salvo de la destrucción lo que con tanta inteligencia, dispendios y celo exquisito llegó á reunir en el discurso de su vida, y que consideró digno de que se conservase para estudio y recreo de cuantas personas visitasen el monasterio .

Noticia de los cuadros que se hallan colocados en la galería del Museo del Rey, Nuestro Señor, sito en el Prado de esta corte. Con real licencia. Madrid, 1828. Jusepe Martínez. Discursos practicables del nobilísimo arte de la pintura. Madrid, 1866. Sevilla, 1867. Pedro de Madrazo. Discurso pronunciado en la Academia de San Fernando en 20 de Noviembre de 1870. Madrid, 1870. Zarco del Valle.

Hasta algunas señoras masculinas que, envueltas pudorosamente en sus velos, ocupaban la tribuna destinada á las esposas de los senadores encontraron muy original la paradoja de Gurdilo, celebrándola con discretas risas. El orador continuó su discurso con arrogancia, seguro ya de que la asamblea en masa iba á apoyarle con sus votos. Por el momento, no pedía nada contra el Consejo Ejecutivo.

Atajele el discurso poniéndole mi frente junto a su boca para que me diera un beso, y le pagué con otro resonante en la rugosa mejilla, y unos cuantos embustes cariñosos, de cuyo efecto mágico sobre el corazón del pobre hombre estaba yo bien segura. »En esto, y mientras mi madre acababa de vestirse y de adornarse, dijéronme que mi hermano deseaba verme. »Acudí a su cuarto.

Con tal discurso y con otros de la misma laya sosegaba D. Joaquín los ánimos exaltados de su gentil esposa y del fanático americano.

Así pensaba el zapatero. Pero como compadecía y amaba, porque lo habían menester, a sus contertulios, asistía diariamente a ejercitarles en los procedimientos del discurso de doble fondo.

No sabemos lo que es ese club. Siempre nos hablan ustedes los aragoneses del club de Zaragoza, y aun hoy no sabemos lo que es eso. ¿Qué es eso? Mucho discurso democrático, pero ningún acierto para hacer propaganda y formar un partido. Pero en último resultado, ¿cuáles son las teorías de ese club tan decantado? Yo desconfío de él. ¿Quién habla de ese club? Conozcamos á sus hombres.

Había devuelto la libertad a su amante. ¡El conde estaba casado, viajaba por restablecer la salud de su joven esposa y ni siquiera escribía a la pobre abandonada para darle noticias del pequeño! Acabó su discurso dejando caer sus dos brazos con un abandono lleno de elegancia. En fin añadió , aquí me tiene usted más sola que nunca, en esta ociosidad del corazón que no es para .

Todos los que le conocían de vista en los círculos patrióticos le llamaban Coletilla, apodo elaborado en la barbería de Calleja, algunos días después del famoso aditamento que puso el Rey al discurso de la Corona. Aquel apéndice literario, que tan mal efecto produjo, era designado en el pueblo con la palabra Coletilla.

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