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No te diré si tus airosos brazos Los gajos son de madreselva en flor Si se entreabren para dar abrazos Y al pino añoso visten con amor. Solo diré: «Jamas á tu cabeza Falte la eterna flor de la virtud, Ni la sonrisa falte á tu belleza, Ni al corazon le falte su quietudDE LA HIJA PÓSTUMA DE UN COMPA

¿Cuándo y cómo? Dijiste una vez... y lo has repetido muchas veces... «jamás me casaré con quien no sea digna de ; y no es digna de ser esposa de un hombre honrado aquélla cuyos padres...» Lo diré de una vez.... La unión de los míos no tuvo la bendición del Cielo. ¡Perdón!... murmuré.

tal, en Bayona. Allí descansaríamos. ¿Está usted bien segura? Segurísima. Me lo explicó cien veces el señor de Miranda. Pues en ese caso, diré a usted lo que opino. Indudablemente, su marido de usted, detenido por una circunstancia cualquiera, que no hace al caso, se quedó en Venta de Baños anoche.

Además, entre las solteras voluntarias y las que no lo son, hay que colocar a las resignadas. ¡Ah! dije interesada, ¿en qué se puede reconocer a éstas; en el color de sus cintas, en la flor de sus sombreros, en la armonía de su traje?... No respondió el cura, divertido por mi interés. Se las conoce... ¿cómo diré yo?... en su resignación, qué diablo... Son blandas, grisáceas, dulces y borrosas.

Se echó a llorar. «Aunque se aflija, para la verdad es lo primero. No hay semejanza ni ese es el camino. ¡Oh! Señor Muñoz dijo ella con extraordinario énfasis ; si usted en esto que me dice, en esto que hace, no procede de buena fe, declaro que es usted el hombre más malo, el mayor monstruo... Crea usted lo que quiera. ¿Tengo yo fama de monstruo? No, no. Diré a usted...».

6 Y vi la mujer embriagada de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé maravillado de gran asombro. 7 Y el ángel me dijo: ¿Por qué te maravillas? Yo te diré el misterio de la mujer, y de la bestia que la trae, la cual tiene siete cabezas y diez cuernos. 9 Y aquí hay sentido que tiene sabiduría.

Y el primer lugar se debe dar al modo de hacer misiones, diré mejor, de salir á caza de bárbaros que habitan como fieras en las cavernas de los montes ó en las espesuras de los bosques.

»Algunas veces vienen a visitarme los antiguos amigos de mi tío y su presencia rompe en tales ocasiones esta monotonía de mi vida. Pero, si he de ser sincera, diré que sólo dos nombres oigo pronunciar con agrado. »Es el primero el del conde de Mengis, pues él y su esposa se muestran conmigo muy amables y me tratan como a una hija. »El segundo nombre, Amaury, es el de su amigo Felipe Auvray.

De los Padres más antiguos que cuentan veinticinco y más años de Misioneros en estas Reducciones, ninguno hay que lo sepa con perfección y dicen que á veces los indios no se entienden entre . ¿Qué diré de la pronunciación? De cuatro en cuatro echan de la boca las palabras y nada se entiende, como si no pronunciasen nada.

Y antes que Miquis se lo diera, ella lo tomó de la mano de su amigo. «¿De qué te espantas, bobo?... ¿de mis nuevas maneras? Ahora soy así. Te diré... A los hombres, desplumarlos y sacarles las entrañas; quererlos, nunca. Sois muy antipáticos; os desprecio a todos. ¿Vas a meterte monja...? ¿De veras?... ¡Qué sombra! ¿Monja yo?