Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 9 de mayo de 2025
Devoto, de un espíritu flexible y conciliador, el barbero exhalaba beatitud por todos sus poros; siempre iba cuidadosamente vestido de negro; sus cabellos grises y lisos se reunían detrás de sus orejas, y dos anchos surcos rojos, reemplazando a las cejas, se dibujaban encima de dos ojitos pardos, de una movilidad extraordinaria; pero lo que más llamaba en él la atención eran sus manos, cuya piel blanca y fresca y las uñas rosadas hubieran hecho honor a un canónigo de Toledo.
Después, el incendio aumentó; el fuego, saliendo de las tres escotillas a la vez, se unió y se extendió como una vasta cortina de fuego, sobre la cual la armadura y el cordaje del San Pablo se dibujaban en negro.
Al occidente se destacaba la cordillera de Simití como una cinta celeste, hundiendo sus cimas entre las blancas nubes; miéntras que al oriente, á inmensa distancia, se dibujaban como aéreos palacios las cumbres de color vago y confuso de la rama de la cordillera oriental que separa á las comarcas de Ocaña del norte de Nueva Granada.
Un ingeniero belga, joven de pelo rojo, mofletado como un niño, y de bigote erizado, trabajaba cerca de él, y en la habitación inmediata los delineantes dibujaban sobre los tableros, deteniéndose algunas veces para pedir aclaraciones.
Pero nunca faltan gentes mal pensadas y lenguas viperinas: además ¿no conocía todo Madrid a Julián? Y conociéndole, ¿qué mujer juiciosa sería capaz de prestarle oídos? Su carácter alegre, su genio bromista, su conversación libre, y sobre todo el franco desprecio que hacía de las mujeres dibujaban con rasgos tan claros su personalidad, que ninguna verdadera señora podía considerarle peligroso.
No se mostró ofendida de su confesión de amor, ni había dudado de la existencia de éste. Los falsos pudores, las hipocresías del sentimiento le eran desconocidos. «¿Me creerá usted, así como yo le creo?» le había preguntado. Estaban en la montaña, en el bosque de Comte: más allá de las pendientes frondosas se dibujaban límpidos y tersos el lago, los montes, los paisajes, en la luz deslumbrante.
Nada conseguía alterar la paz solemne de su corazón ni hacerle emitir una nota más grave o más aguda en la grandiosa aria de bajo profundo que canta desde el principio del universo. Los contornos de la Isla se dibujaban ya con precisión, negros y adustos como si acabasen de salir de un gran incendio.
Aquella mujer no llevaba ridícula y dañosamente apretada la cintura; su talle, sin que nada le oprimiera, resultaba en perfecta armonía de líneas con las curvas que hacia arriba dibujaban el pecho y con las que hacia abajo modelaban las caderas. El traje no podía ser más elegante.
Entregada a sí misma, se sostenía naturalmente, poco a poco; se alimentaba de todo y era el alimento de todo... Roberto Vérod se detuvo de pronto, estremeciéndose. Estaba delante de San Luis. Las ventanas de la iglesia, iluminadas por la luz interior, se dibujaban en las paredes: las lámparas velaban. Vérod se desplomó junto a la verja.
La fuerza del sol iba en aumento; las sombras de las acacias dibujaban ya enérgicamente en el suelo contornos muy negros, y por los jardinillos no pasaba sino algún transeúnte aguijoneado por la esperanza del almuerzo, o algún señor viejo arrastrando penosamente los pies sobre la arena.
Palabra del Dia
Otros Mirando