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Actualizado: 25 de octubre de 2025


Las mil callejuelas se cruzan, se bifurcan, se redondean, se cuadran, se confunden, se rodean á mismas, se detienen repentinamente en rincones sin salida, ó se prolongan en los mas extravagantes pasajes, trazando una red indescriptible.

Nuestro improvisado mundo podría mostrarse con cierto orgullo: sin mencionar sus espléndidos colores, que dejan muy atrás cuanto existe en la tierra, sin hablar de los círculos graciosos, de las curvas de nos placemos, tantos y tantos problemas obscuros que os detienen, entre nosotros parecen haber sido resueltos.

Son un torrente á que abren el dique, y anda en dos horas lo que estuvo parado en las veinte y dos de cautiverio. No se contentan con insinuarse por su manera especial de moverse, ni con cecear á los transeuntes, sino que los llaman, los detienen, los exhortan, como un candidato catequiza á los electores.

Como tal vez las nieves detienen y con la misma detención prestan más brío a la virtud germinal de la primavera, la cual aparece de súbito y da razón de cubriendo los árboles de verdura y los campos de flores, así el anhelo de amar y todo el ser apasionado del virgen corazón de nuestra heroína despertaron de repente, reprimidos hasta entonces por la prudencia, y como dormidos hasta los veintiocho años.

Los vientos que regularmente detienen en la boca de este rio á los que van á salir de él para Buenos Aires, son del tercer cuadrante, y estos son contrarios hasta salir de la barra por la canal del S: pero en saliendo de ella, todos son vientos largos para hacer esta navegacion.

De improviso unos cuantos tiros les sorprenden a ellos tanto como a nosotros; detienen el paso; extendemos nosotros la vista con ansiedad y recelo en la obscura noche; todos ponemos atento el oído, y al fin nos reconocemos, sin vernos, porque el corazón a unos y otros nos dice: «Ahí están

Hay hombres que se detienen en un momento de la historia y por nada pasan el límite marcado por su predilección, casi diría por su monomanía. No leen ya, releen, como decía Royer Collard. En ellos es disculpable esa obstinación apasionada; no conocen sino ese mundo, y por tanto, no pueden compararlo al presente.

Abundan en árboles gigantescos, cuyas copas se elevan hasta doscientos pies y más sobre el suelo, ligados entre por espesas y revueltas lianas, y debajo de ellos hay una espesísima vegetación de árboles de mediano y pequeño tamaño, que detienen absolutamente los rayos del sol y que dejan sumida en la oscuridad toda la parte baja del bosque cercana a la tierra.

De los vapores que esos árboles detienen se forma un arroyuelo que, manando del centro de la isla, mantiene en la blanca cintura un hoyo que respetan los pólipos, habitantes de las aguas amargas. Conócese actualmente la rapidez extrema de su trabajo.

Para nosotros las inclemencias del cielo son oreos, refrigerio las nieves, baños la lluvia, músicas los truenos y hachas los relámpagos; para nosotros son los duros terreros colchones de blandas plumas; el cuero curtido de nuestros cuerpos nos sirve de arnés impenetrable que nos defiende; a nuestra ligereza no la impiden grillos, ni la detienen barrancos, ni la contrastan paredes; a nuestro ánimo no le tuercen cordeles, ni le menoscaban garruchas, ni le ahogan tocas, ni le doman potros.

Palabra del Dia

aprietes

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