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Actualizado: 11 de julio de 2025
Mi padre había abierto un pequeño libro con láminas ordinarias para distraerme, y yo, sin separarme de su lado, hojeaba casi maquinalmente sus páginas, y me detenía contemplando los grabados, siempre estrechado por él. Bien, hijito me dijo al fin, vete a recoger, que es tarde ya y yo tengo que hablar con tu tío.
Y para eso estuve dando paseos por las calles hasta las dos de la madrugada, y cada poco tiempo pasaba por aquella con toda lentitud y me detenía algunos instantes a ver si la ventana se abría y el aborrecido rival llegaba. No fue así. Me consideré dichoso, como si fuese gran fortuna.
Algunas veces, la bestia, imitando al amo, detenía el paso y quedaba inmóvil, con las orejas desmayadas, como si dormitase, hasta que la despertaban un tirón de riendas y un juramento. La lluvia cesó al amanecer. Una luz violácea se filtró por entre las nubes, que pasaban bajas como si fuesen a rozar los tejados.
¡A mí!... dijo balbuceando de rabia . ¡Darme órdenes á mí!... Miguel sintió que una mano se agarraba á los botones de su chaleco. Era como un pájaro temblón y agresivo, que se detenía un instante en su ciego impulso para seguir volando hacia arriba. Adivinó la bofetada, é instintivamente avanzó su diestra. Las dos manos se encontraron cuando la del joven revoloteaba cerca del rostro del príncipe.
"Uno, que presumía de certero, se adelantó y tomó la mano, creo yo, pensando derribar la paloma antes que otro; tiró, y clavó su flecha casi en el fin de la lanza, del cual golpe, azorada la paloma, se levantó en el aire; y luego, otro no menos presumido que el primero, tiró con tan gentil certería, que rompió el hilo donde estaba asida la paloma, que suelta y libre del lazo que la detenía, entregó su libertad al viento y batió las alas con priesa.
Serían las diez y media de aquella misma mañana, es decir, una hora después de los sucesos que acabamos de narrar cuando Amaury se apeaba de su caballo a la puerta del doctor Avrigny, en el mismo instante en que también se detenía ante ella ti coche de Antoñita.
Kotelnikov decía a todos que estaba encantado con su mujer y con su hijo; pero nunca se daba prisa en volver a casa, y, cuando volvía, se detenía largo rato ante la puerta.
De vez en cuando, una elegante muchacha se detenía en mitad del atrio para acariciar la carita sucia de un pequeñuelo y preguntar su edad a la madre; sus compañeras la llamaban riendo y en cuanto llegaban al dintel de la iglesia todas tomaban una expresión seria y recogida. Adriana no quiso entrar en seguida.
Y en voz alta contestaba: No está mal, no; no está mal el sol... Después de transigir de este modo con las flaquezas del prójimo, emprendía de nuevo su paseo. Y para dar señales más claras aún de su benevolencia, se detenía de nuevo, sonriente. Ahora por el verano da gusto viajar, ¿verdad?
No había cambiado nada en sus costumbres, y sus ocupaciones y sus placeres marchaban al mismo paso que antes, pero cuando leía cerca de su madre, veía más allá de las páginas del libro; se detenía como deslumbrado en medio de la lectura; se sumía en un ensueño a propósito de un verso que jamás le había impresionado.
Palabra del Dia
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