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Actualizado: 25 de julio de 2025
Estaba en la cama, descoyuntado entre mantas y almohadones. Por verme entrar, me llenó de improperios; detúveme dudando junto a la puerta, y esto fue mi fortuna, porque con la última desvergüenza me arrojó la palmatoria, que se estrelló contra el espejo de un lavabo, a media vara de la cola de mi vestido.
La alegría de los jugadores era cada vez mayor. Saleta, acostumbrado a las burlas de su colega, no se amoscaba ni perdía un punto de su irritante flema. La desvergüenza de este hombre para mentir y sostener luego sus mentiras era inaudita. Cuando vio la inutilidad de seguir disputando, atendió nuevamente al juego.
¡Pues ya lo creo que la defiendo!... ¡Su desvergüenza!... La desvergüenza de ustedes justifica la suya... Si vosotras la tenéis para recibirla, ¿por qué no la ha de tener ella para presentarse?... ¡Vaya! exclamó escandalizada la marquesa de Lebrija, presidenta general de tres asociaciones piadosas . Yo quisiera que me dijera usted qué se hace entonces en Madrid con esa clase de personas...
Después lección de solfeo. En seguida bordado. Por la tarde lección de dibujo... Y como mamá le apoyaba, no había más remedio que sufrirle... ¡Maldita sea su estampa!... ¿Quieres creer que ahora ha tenido la desvergüenza de hacer lo mismo? Verás tú.
La presentación es el medio más correcto de conocer y tratar a las personas; pero el Conde no se sentía con la desvergüenza suficiente para ser allí presentado. ¿Escribiría un billete amoroso a fin de entrar en relaciones?
El viejo da un salto y echa una mano en la calva; mira a todas partes... nada. ¡Está bueno! dice por fin, poniéndose el sombrero; algún pillastre... bien podría irse a divertir... ¡Pobre señor! dice entonces el calavera, acercándosele; ¿le han dado a usted? es una desvergüenza... ¿pero le han hecho a usted mal?... No, señor, felizmente. ¿Quiere usted algo? Tantas gracias.
En gran manera siente la huida De Garay el Virrey; y se sonaba Que corriera peligro de la vida Si el Virrey le cogiera, y procuraba Vengar la desverguenza cometida, Que por tal, se decia, la juzgaba: Que quieren los señores, segun veo, Los sirvan á medida del deseo.
¿Regañar?... Me armaron una escandalera atroz... Por supuesto, yo te negué con más desvergüenza que San Pedro a su Maestro... ¡Qué quieres, hijo..., las circunstancias!... Me preguntaron si te conocía... «En mi vida le he visto», contesté. «Pues ha estado en Marmolejo cuando tú.» «Pues no he reparado en él.» No es fácil que se hayan tragado la bola, porque es muy gorda; pero Daniel no debió de decirles nada.
Como yo me casé... vamos al caso, delante de la gente... y llevan los chiquillos de la mano, con la desvergüenza del mundo. ¡Anda, salero! ¿Y el arcebispo no los mete en la cárcel? ¡Si ellos son contra el arcebispo, y contra los canónigos, y contra el Papa de Roma de acá! ¡Y contra Dios, y los Santos, y la Virgen de la Guardia! Pero esa lavada de esa Píntiga... ¡malos perros la coman!
Don Baltasar encontró llano lo que había creído insuperable, fácil lo imposible, próximo lo que nunca podía llegar, trocado en ventura lo que antes sólo había sido para él angustias y desvelos, y desesperación y lágrimas, que a tanto puede llegar un error creído verdad por el deseo. ¿Pues cómo a ese cruel enemigo de mi madre y mío, no se le representó que una señora tan de tal nobleza y tal y tan grande crianza como lo era mi madre, no podía dar en la liviandad de asistir a una música que un mal respetador de su honra la daba, en sus miradores, y dejándose ver, y aun no sola, sino acompañada de sus doncellas, como para hacerlas testigos de su desvergüenza?
Palabra del Dia
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