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La mirada se sumerge en ellas sin hallar nada que despierte la atención. Pero lo mismo pasa con ciertos venenos; igual con ciertos filtros que dan la vida. Porque nuestros ojos torpes y limitados no vean los elementos de salud o de muerte que hay en suspensión en ellos, ¿hemos de afirmar que no existen?

Telva no quiso disturbarle el sueño, y la dejó a solas, rezongando: «Cuando despierte, ya se meterá en la cama. ¡Jesús con el señorío, y qué afición a los pantalones!...» Felicita despertó de madrugada. Por el balcón se efundía una claridad lívida e inanimada, como aurora de ultratumba. Las velas sobre la cómoda se habían consumido.

Ya daremos con el gato, por escondido que esté. Si hay alguno demasiado ligero de sueño, boca abajo para in saecula en cuanto se despierte, y el primero tu amo, si es que no ha habido que empezar por su sobrino... o no se dejan amarrar todos con la docilidad que pide el caso. Conque ya estás advertida, y bien te consta cómo las gasto.

Tal vez sea el punto real en que la vida obscuramente despierte del sueño de piedra, sin desprenderse aún de su rudo punto de partida, como para advertirnos, á nosotros tan soberbios y que miramos desde tan alto, la fraternidad ternaria, el derecho que el obscuro mineral tiene á subir y animarse, y la aspiración profunda que existe en el seno de la Naturaleza.

Apenas lo ha oído Isabel, envía á su doncella á la casa de Don Diego, en donde puede entrar á cualquier hora teniendo las llaves en su poder, para que, disfrazada con su velo y haciendo de señora, despierte de nuevo los celos de Doña Elvira. Su astucia triunfa plenamente, y los dos enamorados se separan uno de otro llenos de ira.

La luz no hiere con su lumbre pura mis ojos apagados donde ántes su fulgor resplandecía, y á través de una niebla siempre oscura miro la alegre claridad del dia. No hay eco que hasta llegue distinto, ni idea que despierte mi entusiasmo; no hallo placer que excite en el instinto, ni dolor que me saque del marasmo.

Hija mía, piense usted en Dios y en la Santísima Virgen; invóqueles en esta hora tremenda y la ampararán... Nada, como si le hablaran en griego; no oye, o es que está tan aferrada a la maldad que no quiere que se le hable de religión. Fortunata, buena moza, mire usted quién está aquí... despierte y verá... ¿No le conoce? Es aquel sujeto, el Sr.

Su hermana le contempló un instante movida de un sentimiento extraño en que se combinaban el cariño y el terror. Iba a darle un beso; pero cuando ya casi le tocaba con sus labios, se apartó diciendo: «Temo que se despierte y me pida lo que no puedo darle». Capítulo XV Mariano promete