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Actualizado: 25 de junio de 2025
El mar posee para ella todos los elementos en una maravillosa plenitud. ¿Por qué, cuando nos sentimos desfallecidos, no ir á rehacernos al desbordado manantial que nos invita á beber?
Y evocaba la tarde en que llegara a la ciudad murmurando los versos melancólicos de "Christine" y la iglesia de Nueva Pompeya flotó suspensa en la lejanía de la sombra violácea. Y nos pondremos de rodillas, Lucía, en esa iglesia. Lo he soñado. Preguntó a Julio si había estado alguna vez en Nueva Pompeya. Sí, el año pasado. Después de una semana de lluvias, el Riachuelo se había desbordado.
Pero el alborotado arroyo que algunas horas antes había vadeado, estaba desbordado, y las aguas invadían los campos vecinos, de modo que se interponía entonces como rápido e irresistible río entre él y Rattlesnake-Hill. Por primera vez en aquella noche, sintió Federico el corazón oprimido.
Las azucenas, con su túnica de blanco raso, erguíanse encogidas, medrosas, emocionadas, como muchachas que van a entrar en el mundo y estrenan su primer traje de baile; las camelias, de color de carne desnuda, hacían pensar en el tibio misterio del harén, en las sultanas de pechos descubiertos, voluptuosamente tendidas, mostrando lo más recóndito de la fina y rosada piel; los pensamientos, gnomos de los jardines, asomaban entre el follaje su barbuda carita burlona cubierta con la hueca boina de morado terciopelo; las violetas coqueteaban ocultándose para que las denunciase su olorcillo que parecía decir: «¡Estoy aquí!»; y la democrática masa de flores rojas y vulgares extendíase por todas partes, asaltaba las mesas, como un pueblo en revolución, tumultuoso y desbordado, cubierto de encarnados gorros.
Observó que aumentaba la angustia de su pecho, como si se le oprimieran verdugos con ligaduras de acero; que «allá dentro» se formaba algo, como burbuja enorme, que se transformaba en oleada de sudor frío, que intentaba subir, y subía; y pasar por el istmo de la garganta, forcejeando allí para conseguirlo, porque no cabía..., y pasaba también, pero sin cesar de pasar; que subía otro tramo, y al llegar a los oídos silbaba y hervía y aporreaba; y que subiendo, subiendo, se precipitaba con el estruendo y la fuerza de un desbordado torrente, en las profundidades del cráneo...
De todos los destructores de la montaña, el más enérgico es el alud. Arrastra tierras y rocas como lo haría un torrente desbordado; hay más: por la fusión gradual de las nieves que forman sus capas inferiores, diluye tanto la tierra, que la convierte en un lodo blanco, hendido por profundas grietas y que se hunde por su propio peso.
La juventud de la villa tuvo fuerzas para arrollar las ruines pasiones que agitaban los pechos de sus papás, y entró en aquel solitario salón como un torrente desbordado, haciéndolo resonar con sus risas y pláticas, con chillidos horrísonos: Alvaro, ¿me conoces? ¿me conoces? ¿Por qué no te casas? Mira que ya vas caminando para Villavieja.
Las iras comprimidas por tan largo tiempo, se habían desbordado; se gritaba, se forcejeaba, se luchaba. ¡Y qué! ¿el oro tenía que burlarse siempre del comercio honrado, del que no juega, del que no busca en la especulación sino en el trabajo el bienestar y el sustento? La mano de míster Robert, al arrojarle de un revés, de su insolente altura, había hecho justicia.
Pero mis palabras, débiles mariposas, apenas si podrán en su vuelo llegar hasta vosotros, y apenas si podrán expresar el sobrenatural trastorno que de mí se ha apoderado, desde que sé, porque lo he prometido, que es deber mío rememorar su vida llena de sacrificios y perdones, recordar sus doctrinas bañadas de fe y amor, decir algo que sea de su literatura y poesía originales, rendir mi homenaje de admiración y de cariño entrañable al hombre sin tacha, a pesar de fealdades e impurezas de la tierra, al hombre dulce y amable, que es hoy, al cabo de quince larguísimos años de desaparecido, luz serena y deleitosa en mi cerebro, ternura y bondad y alas en mi corazón... ¡Su vida! ¿Y podrá el pensamiento desbordado seguirla en su carrera de gloria y de dolor? ¿Podrá la palabra humana, humo y cáscara, y vestidura tantas veces de las más bajas pasiones, relatar tanta grandeza como encierra su vida?
Los consuelos místicos que tenía preparados y atesorados, la teoría de abrazarse a la cruz..., todo se le había borrado ante aquel dolor voluntarioso, palpitante y desbordado. Ya desde que llegué... esta casa tan grande y tan antigua... prosiguió Nucha me dio frío en la espalda.... Sólo que ahora... no son tonterías de chiquilla mimada, no.... Me van a matar a la pequeña.... ¡Usted lo verá!
Palabra del Dia
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