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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Encontrola en el estado más deplorable, sentada en un rincón del cuarto, tras un sofá viejo, los pies desnudos, el vestido muy a la ligera, encorvada sobre misma, en desorden el precioso cabello. Con ambos índices se tapaba los oídos, y su mirar revelaba espanto de pesadilla.

Los pisos ostensibles ó visibles se componen de una multitud de cuartos ó alcobas de lamentable desnudez, sin aire, luz ni fuego, amontonados en desórden, y á donde los miserables inquilinos trepan por andamios medrosos que no merecen el nombre de escaleras.

Acuérdate de lo que te dije al entrar». Miquis hace una rápida exploración en su alma, encuentra en ella algún desorden y dispone que todo vuelva a su sitio. «Soy un hombre sublime dice para , un hombre de honor y de caridad, soy también un hombre que se casa el lunes».

Con un andar forzoso y mecánico se le acercó lentamente. El niño no miraba a parte alguna. Estaba tuerto, estaba herido, estaba triste y despeinado..., con el traje en desorden.... Después de contemplarle un rato en atenta inmovilidad, Carmen se agachó un poco para mirar otra vez su cara en el espejo.

Lindo asunto para una anacreóntica moderna, aquella mujer que alzaba la copa, aquel vino claro que al caer formaba una cascada ligera y brillante, aquel hombre pensativo, que alternativamente consideraba la mesa en desorden, y la risueña ninfa, de mejillas encendidas y chispeantes ojos.

El oído del médico, cuando está acostumbrado a percibir esa harmonía de la salud, reconoce por signos ciertos el más pequeño desorden interior. La enfermedad tiene su lenguaje claro y preciso para el observador inteligente que asiste a los progresos de la vida o de la muerte.

Una tempestad de encontradas afecciones combate ahora mi corazón. El desorden de mis ideas se conocerá en el desorden de lo que estoy escribiendo. Dos veces he vuelto a casa de Pepita. He estado frío, severo, como debía estar: pero ¡cuánto me ha costado! Ayer me dijo mi padre que Pepita está indispuesta y que no recibe.

Tenía verdaderamente una fisonomía atrayente y aun estando pálido, con los ojos cerrados y la frente cubierta con una compresa, resultaba sumamente agradable. Herminia, que iba y venía por la habitación, encontró sobre una silla, en desorden, la ropa del desconocido. Creyó que debía arreglarla y estaba haciéndolo cuando cayó una carta de uno de los bolsillos.

Y a empellones lo sacó a la calle para entregarlo a un vigilante, ¡pero cuál no sería su asombro al verse agredido a trompada limpia! Acudió el vigilante, y ladrón y changador fueron conducidos a la comisaría por "desorden en vía pública". El ladrón decía, no obstante

A pesar de esto, D. Jaime tenía suerte; no se le marchaba un chico: el colegio siempre lleno. Tal vez contribuyese a ello su mismo desorden, que tenía algo de patriarcal; aquella amable indisciplina era muy del gusto de los niños.

Palabra del Dia

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