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Actualizado: 8 de mayo de 2025


En aquel retiro, a fin de evitar contiendas civiles, eran encerrados cuantos podían tener algún derecho a la sucesión de la corona, arrancándoles a menudo los ojos con sabia cautela. Era menester evitar tan ruda catástrofe. El Negus tenía que enviar un Embajador al bajá que, derribado ya el poder anárquico de los mamelucos, gobernaba en el Cairo.

¿Ha visto usted qué día? preguntaba Borrén a la viuda de García, que bien quisiera dejar de serlo . Una garita ha derribado el viento; por más señas que cayó sobre el centinela, ¿eh?, y a poco le mata. Y usted, ¿cómo se vino desde su casa? ¡Jesús... puede usted figurarse! Con mil apuros.... Yo no cómo me arreglé para sujetar la ropa... y así todo.... ¡Quién estuviera allí!

Dicho esto desenvainó la espada y comenzó á bajar rápidamente la escalera, seguido de sus compañeros, pero antes de llegar al piso inmediato se detuvo, con el desaliento reflejado en el rostro. ¿Qué pasa? Mirad. La explosión ha derribado la pared, cuyos escombros interceptan por completo la escalera. Y más abajo el fuego continúa minando la torre. Estamos perdidos, dijo Duguesclín.

En cuanto quedó solo en aquel escondite, sintió que las piernas se le hacían ajenas, cayó sentado sobre las tablas, casi perdió el sentido, y, como entre sueños, oyó un silbido y voces y blasfemias que sonaban en lo alto; cayó un telón a una cuarta de su cabeza, desaparecieron algunos bastidores arrastrados, y Reyes se vio entre un corro de tramoyistas y señoritas que gritaban: ¡Un herido... un herido!... ¡Un telón ha derribado a un caballero!

¡Por Santiago! ¡qué brincos! ¡qué mugidos! ¡bravo, toro! el picador rueda derribado; su valiente caballo tiene el flanco abierto; sus entrañas salen entre torrentes de sangre. Da algunos pasos... cae... y muere... ¡Bien, compadre de los cuernos agudos, bien! por eso oyes resonar los pataleos y los gritos de una alegría frenética. Yo le digo aún: ¡como hay Dios! ¡será una hermosa corrida!

Con todo eso, le sobresaltaron de manera que cayó en el suelo, con tan poco cuidado de las barbas, que se le cayeron en el suelo; y, como se vio sin ellas, no tuvo otro remedio sino acudir a cubrirse el rostro con ambas manos y a quejarse que le habían derribado las muelas.

Dios ha derribado mi soberbia con este golpe; mi engreimiento era insolentísimo, y han sido indispensables los desdenes de ese hombre para que sea yo todo lo humilde que debo. ¿Puedo estar más postrada ni más resignada?

Palabra del Dia

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