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Actualizado: 6 de julio de 2025


La entrada de un caballero ni alto ni bajo, ni delgado ni gordo, alzado de hombros y cogido de cintura, la color baja, la barba negra y tan espesa y recortada que parecía postiza, cortó rápidamente la plática literaria. Nada menos que era el señor ministro de Fomento.

Yo, es diferente, muchacho; yo mezclo el aguardiente con vino, mientras que él lo bebía puro. ¡Ah!... respondió Grano de Sal poco convencido de la temperancia del señor Durand. ¡Toma! dijo éste , ahí tienes uno que morirá en la piel de un bandido, si es que no le desuellan vivo. Y señalaba a un hombre alto y delgado, con uniforme azul bordado, que atravesaba la plaza.

Pero sería terrible que la sacase en esta ocasión. Mejor es que le parezcan bien todas las escenas y hasta las tres obras enteras. , a Azorín le parecen excelentes las tres zarzuelas. ¿Usted pregunta el viejo no conoce a Sinesio Delgado? No, no conozco al señor Delgado. ¿Conocerá usted, por lo menos, a López Silva?

La noche a que nos referimos, el sexo femenino estaba representado por tres señoritas de Ciudad, dos de Delgado, la señorita de Mory y alguna otra que, unidas a las de casa, formaban un núcleo bastante respetable.

Ramiro levantó la mirada para contemplar el delgado puente de piedra que une sus almenas y que en ese instante contorneaba su arco negrusco sobre un cielo de oro y de llamas. Al viento del Sur, que había levantado desde la mañana continuos remolinos de polvo a lo largo de las carreteras, sucedía ahora una calma de paisaje pintado.

Cada vez que volví a verlo en los días sucesivos, lo hallé más exaltado con su amor. Estaba más delgado, y sus ojos cargados de ojeras brillaban de fiebre. ¿Quiere hacer una cosa? Vamos esta noche a su casa. Ya le he hablado de ti. Vas a ver si es o no como te he dicho. Fuimos.

Es delgado y negro; los palpos los tiene también negros y sin plumas, con una rayita blanca en la base. Vive en una casa más pequeña. King ha probado a correr por el cristal y no podía. Luego se ha comido dos moscas y se deslizaba por él perfectamente. Sin duda, este saltador hacía tiempo que no encontraba moscas en su camino y estaba, por consiguiente, bastante débil.

Se llama Luís, tiene 26 años, es rubio, alto, delgado, viste á la francesa, come á la francesa, piensa á la francesa, y no es francés porque su madre tuvo la debilidad de aligerar su carga en cierto lugarejo del prosáico garbanzo y de la judía, que Luís jamás nombra porque cree es poco francés.

No me habías de escapar, lagartija, si te corriese en él dijo don Lucas, el capataz en la estancia lindera de Cabral, dirigiéndose a un peón joven, alto, delgado y lampiño que había estado a su servicio y que al caminar doblaba las piernas como si tuviese desarticuladas las rodillas.

Era un delgado rollo, firmemente sujeto con una cinta de seda roja y cerrado por ambos extremos con grandes sellos de igual color. El exnovicio miró y remiró largo tiempo la inscripción exterior, contraídas las cejas y medio cerrados los ojos. Como no he leído mucho estos días, acabó por decir, no estoy del todo seguro de lo que aquí reza.

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