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Actualizado: 24 de junio de 2025
Porque las cañas y mis salidos huesos en toda la noche dejaron de rifar y encenderse, que con mis trabajos, males y hambre, pienso que en mi cuerpo no había libra de carne; y también, como aquel día no había comido casi nada, rabiaba de hambre, la cual con el sueño no tenía amistad.
Ni paró aquí el fruto que sacó Dios de esta fuga, sino que dejaron apalabrada toda la nación para venir luego en seguimiento de los demás. Los pueblos que al presente hay, son seis.
Tres casas y buhios se dejaron, Con docientas hanegas bien colmadas De maiz, y otras cosas que se hallaron, Y estaban sò la tierra sepultadas. Los soldados las casas les quemaron, Y fueran con los nuestros ya quemadas, De un indio que lo andaba maquinando, Si no estuviera Arevalo velando.
Llamadlos, y al punto echarán a correr como gamos perseguidos. En los jarales huele a copal quemado, y de la calle a la puerta de las cabañas un reguero de «cempaxóchiles» os guiará hasta el lugar en que estuvo la «ofrenda» dedicada a las almas de los que dejaron para siempre este mundo de dolor.
Como no tenía prisa, aceptó el convite y se acercó a ellos saludándoles con un: A la paz de Dios, caballeros. Buenas tardes, amigo le contestaron. Y se sentó en el hueco que galantemente le dejaron y se bebió de un trago la caña que Enrique le puso delante.
Miró sin pestañear a Fortunata, y cogiéndole una mano, le dijo con voz temblorosa: «Si usted me quiere querer, yo... la querré más que a mi vida». Fortunata le miró también a él, sorprendida. Le parecía imposible que el bicho raro se expresase así... Vio en sus ojos una lealtad y una honradez que la dejaron pasmada. Después reflexionó un instante, tratando de apoyarse en un juicio pesimista.
25 Mas aquellos hombres no le quisieron oír; por lo que tomando aquel hombre su concubina, se la sacó fuera; y ellos la conocieron, y abusaron de ella toda la noche hasta la mañana, y la dejaron cuando apuntaba el alba. 26 Y antes que fuese de día la mujer vino, y cayó delante de la puerta de la casa de aquel hombre donde su señor estaba, hasta que fue de día.
Por otra parte los Reyes Católicos no obraron con justicia al ordenar la espulsion de los judíos, como ya hemos demostrado, ni dejaron bien puesto el honor del Evangelio, i en vez de hacer un verdadero servicio á la nacion española, le hicieron multitud de daños que aun hoi esperimentamos.
Cuando entramos en Bailén, ya muy avanzada la noche, nos sorprendió mucho el no ver ninguna fuerza francesa a la entrada del pueblo para disputarnos el paso. ¿Adónde habían ido los franceses? ¿Qué les pasaba, cuando ni por precaución dejaron allí un par de batallones para guardar punto tan importante?
Le salió al encuentro el padre Muriel en su apéndice a la traducción latina de la obra del padre Charlevoix; pero el idioma en que redactó sus notas, y el poco interés que inspiraba entonces esta apología, la dejaron ignorada en el público, para quien el silencio suele ser prueba de culpabilidad en los acusados.
Palabra del Dia
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