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Decreto del Rey accediendo a la liquidación de cuentas solicitada por Velázquez antes de emprender su segundo viaje a Italia El Embajador de España en Venecia al Rey Declaración de Alonso Cano en la información hecha por el Consejo de las Órdenes sobre concesión a Velázquez del hábito de Santiago Declaración de Juan Carreño de Miranda en la misma información

De esta misma oposición natural salió el Decreto de la Pragmática Real y Privilegio, que entre otros otorgó y estableció el Serenísimo Rey Don Jaime de Aragón, fecha en Valencia en 12 de Agosto de 1274 en que dispone que si aconteciere haber de ser presos algún Cristiano y algún Judío, no lo pueden estar en una casa, sino en diferentes.

Por decreto de aquella autoridad de 20 de Diciembre de 1849, se ordena que á los chinos no se les conceda ni residencia, ni ejercicio de sus oficios en las Filipinas sin obtener la competente autorización.

Ana, aunque Álvaro no se atrevía a ser muy explícito en este particular, comprendía lo que su amigo, nuevo hermano, quería decir y aprobaba su prudencia. Por todo lo cual pudo el Provisor atreverse a insinuar aquel deseo que en otro tiempo hubiera sido impuesto en un decreto sin exposición de motivos. Ana fue a La Costa.

Germana, sea que fuese más indulgente para el único vicio de su marido, sea que se apiadase de aquellos pobres griegos que no podían vivir sin el tabaco, decretó un día que el cigarrillo sería permitido en toda la extensión de su imperio. Don Diego le recordó sonriendo sus antiguas repugnancias.

Días después leyó un decreto; otro día leyó tres, y así sucesivamente, hasta que acabó por leerse todo el periódico y por despertar su antigua afición á lo negro, contribuyendo no poco á ello los comentarios políticos que dió en hacerle el cirujano, que recibía otro periódico, sobre los decretos que el primero le citaba casi de memoria.

Y no fué menos explícita la amnistía que Sarmiento «decretó» para Rosas, tan rudamente combatido también en el Facundo.

Desde allí Palafox sostenia las esperanzas del pueblo, y formada secretamente una junta, se decretó un movimiento, cuyo principal adalid debia ser un labrador honrado y respetable, llamado Mariano Cerezo, sugeto de grande influjo y representado en la vasta parroquia de S. Pablo, ya por sus prendas, ya tambien por tener á su cargo la direccion de los riegos del Canal.

Esta piadosa costumbre degeneró con el tiempo, y produjo algunos desórdenes, á consecuencia de los cuales se decretó, que, en lo sucesivo, se celebrase de esta manera: primero entonarían las tres Marías, vestidas de negro y en el lugar destinado á cantar el introito, los versos acostumbrados, y luego habían de dirigirse cantando al altar mayor, en donde se erigiría un catafalco con muchas luces.

Este dictó al siguiente otro decreto por el cual reconocia y mandaba reconocer á Bolívar como Presidente de la República, anulando al propio tiempo todas sus anteriores resoluciones, inclusa la de reunion de un Congreso.