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Actualizado: 17 de junio de 2025
A esto dijo la duquesa: -Sancho amigo, mirad lo que decís, que, a lo que parece, vos no vistes la tierra, sino los hombres que andaban sobre ella; y está claro que si la tierra os pareció como un grano de mostaza, y cada hombre como una avellana, un hombre solo había de cubrir toda la tierra. -Así es verdad -respondió Sancho-, pero, con todo eso, la descubrí por un ladito, y la vi toda.
¿Pero qué se han hecho esas cartas? Llevólas á palacio mi amigo. A palacio... ¿y para qué? ¿Para qué? para entregarlas al rey. No habrá podido... esas cartas estarán en poder de vuestro amigo: es necesario rescatarlas... Las tiene... ¿Quién? La reina. ¡La reina! Que durmió anoche con el rey. ¿Qué decís, caballero? El duque lo sabe... el duque, que estuvo anoche en palacio gran parte de la noche.
Sin embargo observó madama Scott, ¡no ser dueño de sí, tener siempre que obedecer!... Eso tal vez es lo que más me agrada. No hay nada más fácil que obedecer, y, además, aprender a obedecer es aprender a mandar. ¡Oh, cuán cierto debe ser lo que decís! Sí, sin duda, pero lo que no os dice es que él es el oficial más distinguido de su regimiento, y que... ¡Padrino, por Dios!
Y a lo que decís, señor, que vuestro hijo no estima mucho la poesía de romance, doyme a entender que no anda muy acertado en ello, y la razón es ésta: el grande Homero no escribió en latín, porque era griego, ni Virgilio no escribió en griego, porque era latino.
Porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, 30 y decís: Si estuviéramos en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus compañeros en la sangre de los profetas. 31 Así que, testimonio dais a vosotros mismos, que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. 32 ¡Vosotros también llenad la medida de vuestros padres!
Al fin levantó de entre sus ropas un manto y se envolvió rápidamente en él. ¿Decís, Manuel exclamó con voz concentrada y breve , que sabéis dónde están juntos ese hombre y esa mujer? Sí dijo el bufón. Venid.
¡La dama más noble de España! ved lo que decís: cualquiera pudiera creer... ¿Que esa tan noble dama es la reina? ¿No es verdad? dijo con una malicia horrible Cornejo. ¡La reina! ¡Su majestad! exclamó dando un salto de sobre su silla Montiño. La misma, Su majestad la reina de España es la querida de don Rodrigo Calderón.
Decís bien... quedémonos... pero como yo ahora no puedo acompañaros, ni vos tenéis á dónde ir, quedáos aquí... tomad posesión de la casa que, os lo aseguro, es vuestra, y empezad á ser el déspota de Dorotea. Os digo que está enamorada de vos, que resiste y que la resistencia acabará por hacerla vuestra esclava. No olvidéis que es nuestro instrumento... y adiós. ¿Pero qué he de hacer yo aquí?
Tú sola eres mi vida. Muchas gracias contestó Leonora con gravedad. Renuncio a ese sacrificio... ¿Y la santidad de la familia de que hace poco hablabas en aquel salón? ¿Y la moral cristiana sin la cual sería imposible la vida? ¡Cómo reía yo escuchándote! ¡Qué de mentiras decís allí para los bobos!...
52 Porque estarán de aquí adelante cinco en una casa divididos; tres contra dos, y dos contra tres. 53 El padre estará dividido contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra. 54 Y decía también a la multitud: Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene; y es así.
Palabra del Dia
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