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Pero ella quería escribirle; de palabra no se atrevía a decir ciertas cosas íntimas, profundas; además no podía decirlas; y sobre todo, la retórica, que era indispensable emplear, porque a ideas grandes, grandes palabras, le parecía amanerada, falsa en la conversación, de silla a silla.

D. Álvaro de Sande. Estaba en este tiempo muy malo Juan Andrea Doria, y envió algunas veces con Plinio de Bolonia á decir al Duque que mandase que se embarcase la gente y las otras cosas que habían de ir en cristiandad, y si también que el Duque mandó dar 200 escudos de su casa á Agustín Febo, alguacil real del armada, porque solicitase la embarcación de la manera que Juan Andrea pedía que le embarcasen y el Duque que lo embarcasen: las causas que hubo para lo que quería el uno y el otro no se hiciese, se pueden bien saber y á no toca decirlas.

Un príncipe conozco yo que puede suplir la falta de los demás, con tantas ventajas que, si me atreviere a decirlas, quizá despertara la invidia en más de cuatro generosos pechos; pero quédese esto aquí para otro tiempo más cómodo, y vamos a buscar adonde recogernos esta noche.

Su entendimiento era el de un toro de ocho años y su fuerza también, sobre todo cuando se ponía ó lo ponían colérico; por cuya razón era muy respetado y temido, y ninguno quería contradecirle aunque dijese una barbaridad, y solía decirlas de monumental calibre. Indudablemente fué el P. Procopio eco fidelísimo de la opinión general.

»Escúcheme le dije; ¡basta de combate y de tormentos! ¿Quién puede obligarnos a sufrir por más tiempo?... El mundo, la opinión pública que nos herirá dirá usted acaso. Si yo le presento a los ojos de todo el mundo diciendo: ¡Ved a mi salvador, a mi amante, a mi esposo!... ¡Y bien! Estas palabras que me será tan grato pronunciar... ¿por qué no decirlas? ¿por qué detenerlas?

Aunque las palabras iban dirigidas al conde, Octavio miraba al decirlas á la condesa con la misma sonrisa en los labios y un poco ruborizado, sin duda, de haber hablado tanto tiempo. El conde le observaba cada vez con más curiosidad. Usted es muy joven, y no me sorprende que se aburra en Vegalora. Me parece, sin embargo, que exagera un poquito. No exagero, conde, no exagero. Es un pueblo fatal.

Señor mío dijo el alférez, retorciéndose su mostacho , yo soy un hombre que lo tomo todo con mucha calma, que antes de tirar de la espada, miro si hay motivo para ello, y que antes de ofenderme de las palabras de otro hombre, procuro conocer en qué estado se halla al decirlas. Vos estáis irritado, no si con razón ó sin ella.

No había mas que inclinarse sobre la serpiente muerta y decirle en voz baja: «No eres víbora, que eres grilloInmediatamente el veneno perdía su poder ponzoñoso dentro del cuerpo de la víctima. ¿Nada más? preguntó Morales con visible decepción . ¿Eso es todo? Eso era todo. Pero las palabras había que decirlas en guaraní.

Al cabo de quince años, las gentes de Raveloe decían de Marner exactamente las mismas cosas que al principio; no las decían tan a menudo, pero creían tan firmemente en ellas cuando les acontecía decirlas.

¡Voto a tal! -respondieron-, y por el nacimiento de quien vuesa merced quisiere, juro, señor don Quijote de la Mancha, que yo soy su escudero Sancho Panza, y que nunca me he muerto en todos los días de mi vida; sino que, habiendo dejado mi gobierno por cosas y causas que es menester más espacio para decirlas, anoche caí en esta sima donde yago, el rucio conmigo, que no me dejará mentir, pues, por más señas, está aquí conmigo.