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Actualizado: 9 de junio de 2025
¿Si estaría ella prendada de Antoñuelo, y considerando que como novio no le convenía, pensaría en plantarle y en decidirse al fin por don Paco, como mejor partido y conveniencia? ¿Si titubearía ella entre su propio gusto y lo que su madre, sin duda, le aconsejaba?
¡No sé, efectivamente! ¿Es cierto, sí o no, que el Príncipe no podía decidirse a renunciar a la Condesa porque la amaba otra vez? Es cierto. ¿Y usted no estaba celosa?
Eva estaba radiante; sus ojos brillantes y su color animado expresaban el placer que le causaba la conversación. Así fue que cuando el conde volvió a la carga renovando sus instancias para hacerla decidirse a hacer compañía a la juventud, la joven rehusó con viveza y le envió bastante bruscamente a sus ojeadores, que ya estaban haciendo ruido. ¡Qué diablo!
Bueno, ya estaban en la esquina, pero por un poco más nada se perdía; prolongaría el plazo hasta un farol que estaba tan próximo. Pero en llegando allí no había excusa. Hablaba, o era capaz de arrancarse la lengua. Y así pasaba la pareja por todas las etapas que la maldita timidez de Juanito iba marcando, sin llegar a decidirse.
Verdaderamente, Mauricio era muy indiferente ó muy orgulloso. ¡Qué! ¿No podía decidirse á venir al lado de su mujer? ¿Estaba tan ofendido por su partida en la noche de la boda? ¿No debía creer que no lo había hecho por su voluntad? Sin embargo, no perdía la esperanza. Observaba siempre al guarda en acecho y oía ladrar al perro feroz todas las noches.
Tenían algo desconocido, ardiente, y Muñoz sentía la proximidad de una explicación realmente definitiva. ¿Que usted sufre por mí? Y esta idea de que ella por él sufría, se agrandó en su imaginación desmesuradamente, llenándole por un instante de júbilo insensato. Creía soñar. Sí, Muñoz, continuó ella vacilante y como si realizara un gran esfuerzo para decidirse a pronunciar cada frase.
Cuando Luz llegó a tener siete años, su madre no pudo esperar más. ¡Eran tan precoces la inteligencia y el juicio en aquella criatura! Había que decidirse a sacarla de casa. ¿A dónde? Bien pensado lo tenía ella.
Pero, ¡ay de nosotros! el monstruo no puso término á sus vueltas é inmersiones, y, atormentados por el hambre, nos hubimos de resignar á marcharnos avergonzados, no sin lanzar una mirada furiosa al tronco de pino que, impasible, continuaba dando vueltas aún. Antes de decidirse á partir, esperaba que la corriente cambiara de nivel.
Dicen que el país no está preparado para la República; pues que lo preparen. Es como si se pretendiera que un hombre supiera nadar sin decidirse a entrar en el agua.
No era grande la distancia de allí a su casa, pero aunque le dijeran que en la cochera le esperaba el mismo Nuncio, no iba. ¡Qué había de ir!... Aun haciéndole bueno que con tal viajecito venía la gorda, lo pensaría antes de decidirse a subir la cuesta con aquel calor. ¡Vaya! Menos historias y a trabajar.
Palabra del Dia
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