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Cuando volvió al hotel de M. L'Ambert, estaba preocupado y daba muestras de una timidez excesiva, y tuvo que realizar sobre mismo un gran esfuerzo para decidirse a hablar. La medicina dijo al fin, no explica satisfactoriamente todos los fenómenos naturales, y vengo a someteros una teoría que carece de todo fundamento científico.

En ese momento, un nuevo pensamiento pareció desalentarla otra vez. Insistí para que hablara, pero no quería decidirse a hacerlo; al fin dijo, balbuciendo y tartamudeando: ¡ harás todo mil veces mejor que yo; le enseñarás lo que habría podido tener y lo que tiene; verá qué pobre criatura soy a tu lado! Un espanto se apoderó de ; luego comprendí.

En otras materias aconsejó y llevó a la práctica disposiciones tan atinadas, que la misma Obdulia hubo de reconocerla como maestra en arte de gobierno. Ocupábanse además en buscarles casa; pero con tales condiciones de comodidad, ventilación y baratura la quería, que no era fácil decidirse hasta no revolver bien todo Madrid.

Calló Millán un instante, como dudando si decidirse a hablar, y viendo reflejada la impaciencia en el rostro de Pepe, continuó de este modo: Me parece que no vuelvo a poner los pies en tu casa, al menos por ahora. ¿Por qué, si allí nadie te ha ofendido? Vamos por partes. No es nueva para la noticia de que yo quiero a tu hermana. Y que mis padres y yo nunca lo hemos llevado a mal.

Con no volver más a Sarrió estaba concluído; y si volvía ya procuraría no encontrársela de frente. Al fin la escribió. Túvola guardada en el cajón de su mesa varios días. La idea de echarla al correo le aterraba. Para decidirse a ello, necesitó beberse unas copitas de ron.

Germana no estaba más tranquila que él. Presentía que su vida iba a decidirse en una hora y que su médico no era ya el señor Le Bris, sino el señor de Villanera. No obstante, los dos jóvenes, conmovidos hasta el fondo del alma por una emoción violenta, permanecieron algunos instantes sentados el uno al lado del otro en el más profundo silencio.

Parecía que esperase desde mucho antes esta proposición, como si ella misma se la hubiese sugerido lentamente al contratista. Pero no por ello dejó de hacer gestos de protesta, al mismo tiempo que sonreía y acariciaba con sus ojos á Pirovani. Finalmente pareció ablandarse, y prometió que estudiaría la proposición, consultando á su esposo antes de decidirse.

Ahora que no cómo salir del paso, porque ahora que me condeno de veras, si me obstino en la negativa. Porque no hay duda de que esta mano que pide, mano del Cielo es... Y tan del Cielo indicó la propia Delfina sacudiendo la mano . Decidirse pronto, caballero. Es la primera vez que ejerzo de santa. Si me echa la limosnita, usted me estrena.

En esta perplejidad, D. Valentín entraba y salía; asomaba de vez en cuando la nariz á la alcoba, á ver si le veía Doña Blanca y le decía que entrase, y, sin decidirse á entrar, mientras no alcanzaba la venia, preguntaba á Clara por su madre, ni en voz muy alta para que Doña Blanca se incomodase, ni en voz muy baja para que fuera posible que Doña Blanca le oyese y comprendiese que su marido cuidaba de ella y no era un hombre sin entrañas.

La viuda salió de la pieza, pero permaneció en el corredor. Sus piernas se negaban a alejarse de un sitio en que sin duda iba a decidirse la suerte de su hija y a pronunciarse una sentencia irrevocable. Un ruido en la cerradura le hizo temer que la condesa fuera a sorprenderla.