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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Pierrepont de pie, inmóvil, mudo, asistía en la penumbra del palco a esta breve escena. Por fin, decidióse a ir al encuentro de la vizcondesa que permanecía en el saloncito; la interesante dama se había sentado en un diván y respiraba con dificultad cual si una mano de gigante le oprimiera el corazón.

Tenía escasísimas noticias de ellos. Entre los vertebrados eligió los mamíferos, y entre éstos, después de mucho vacilar entre los perros y los gatos, decidiose al fin por los primeros. La razón de esta preferencia no fue exclusivamente científica. Su hija Presentación tenía un perrillo faldero llamado Clavel, que había dado repetidas pruebas de inteligencia e ilustración.

Montiño se encontraba en el mismo estado que un reptil encerrado en un círculo de fuego. Por cualquier lado que pretendía salir de su apuro, se quemaba. Decidióse al fin por el poder más terrible de los que le tenían cogido: por la Inquisición.

Decidióse, pues, á hablar con el tío Pepón. Para efectuarlo se colocó á su lado mientras pisaban la manzana. En un momento de descanso le dirigió estas palabras afectando ruda franqueza: ¿Entonces, tío Pepe, me da usted á Telva ó no me la da?

Decidióse al fin a sacar una mano, y tomó de sobre la mesilla de noche las varias cartas; eran estas cuatro o cinco, y llamóle la atención, desde luego, una grande y cuadrada que traía el sello del Congreso, porque parecióle notar el tacto que venía en el interior, además del papel, un pequeño objeto redondo.

La Pepa dijo: Si el asado no se come ahora, se reseca y se quema... Viendo que la segunda fosa no se concluía, decidiose el Chucro a comer antes de enterrar a Peñálvez... Pero estaba en los primeros bocados, cuando éste se detuvo... ¿Por qué no seguís? preguntole. Ya acabé... contestó Peñálvez, verdaderamente sonámbulo.

No tardaría en llegar el P. Herrera, y, como era posible que Angelina se fuera con él, quería yo gozar de los pocos días de felicidad que me quedaban. La pobre niña no volvió a hablar de viaje. Se apresuró a disponer la recámara de su protector. Convinimos en que mi habitación era la más cómoda, y, aunque las tías se empeñaron en dejarle la suya, decidióse que el huésped ocupara la mía.

Al día siguiente, la vizcondesa salió para Suiza. Hasta el viernes, víspera de su partida, titubeó el marqués acerca de si volvería o no a Bellevue, pero al fin decidióse a hacerlo, visto que no acertaba con el tono a que debía ajustar su carta de adiós a Beatriz; escribió a ella varias, mas encontrólas todas secas por demás o en demasía tiernas, y acabó por quemarlas.

En tan largo espacio de tiempo no había permitido la madre que fuese abierta por nadie la fúnebre alcoba; no había querido abrirla ella misma, porque la miraba como a una tumba y las tumbas no se abren. Pero en aquella ocasión decidiose a quebrantar su propósito. Ya desde París había traído la idea de realizar aquel acto tristísimo.

Es de advertir que como todos los días no tiene Su Majestad Imperial proporción de ver un vasallo suyo, porque andan para él los vasallos por las nubes, decidiose lo que era natural y estaba en el orden de las cosas; y fue, que así como un pueblo de vasallos suele solemnizar la entrada de un rey, así pareció justo que un pueblo de reyes solemnizase la entrada de un vasallo.

Palabra del Dia

bagani

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