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Actualizado: 10 de junio de 2025


Decíase que, avalorando su nobleza y señorío, la reina madre llegó a insinuarle, por discreto intermediario, la proposición de que casara con la menor de las infantas reales...

Decíase que en su recinto la Santa Junta de los Comuneros había celebrado su primera reunión clandestina; y por mucho tiempo corrió entre el vulgo la leyenda de que los espectros de los ajusticiados, se congregaban allí dentro, en las noches de luna. Por eso tal vez, nadie quiso habitar aquella casa durante un cuarto de siglo.

El director se cuidaba poco de él: decíase que tiraba de la oreja a Jorge en el casino, y tal vez fuese cierto: lo indudable era que las cosas casi nunca andaban bien, que más de cuatro veces faltó dinero en la caja para pagar al almacenista, y que a los profesores se les adeudaban casi siempre tres o cuatro meses de sueldo.

Decíase que había sido corista de zarzuela, pasando de allí a peor vida, hasta que una mano caritativa la sacó del cieno para ponerla en aquel seguro lugar. Inseparable de esta era Felisa, de alguna más edad, también de tipo fino y como de señorita, sin serlo.

Delaberge en su interior decíase que hubiera preferido comer a solas con la viuda. Esta, con su vivacidad de siempre, abrió una de las ventanas y mostrando a su huésped los jardines le dijo así: No piense usted escapar a las molestias de una visita completa, pues me siento siempre propietaria... Antes, sin embargo, será preciso que me dispense por algunos minutos....

Y Judit decíase, mientras redoblaba sus esfuerzos: Pronto seré digna de él; pronto verá que me encuentro en estado de comprenderle, y podrá juzgar de mis adelantos. ¡Vana esperanza! Cuando el Conde estaba a su lado, la pobre joven, cortada y trémula, no tenía memoria, de nada se acordaba.

Decíase que en cierta ocasión había disparado el revólver sobre unos muchachos que le dirigían en son de burla el reflejo de un espejo a los ojos; se había batido con una pistola cargada de arena y otra de pólvora, y había matado a su contrario. Fue íntimo amigo del Naranjero, el célebre bandido de Córdoba, y se hacía acompañar por él en sus cacerías por la sierra.

A cada carta que cerraba Artegui, decíase: Ya le he visto; vámonos. Y se quedaba. Por fin Artegui se levantó, e hizo una cosa rara; llegose al retrato colgado sobre el diván, y lo besó. Miró Lucía afanosamente a aquel lugar, y viendo un rostro de dama, pero parecido al de Artegui, murmuró: Su madre.

Decíase en estos que Jacobo había prestado un gran servicio al partido restaurador, echando a pique con ciertos misteriosos papelitos a tres personajes intrigantes y tramposos que, ávidos siempre de poder y dinero, habían querido en Biarritz, después de la caída de Amadeo, injerirse traidoramente en la restauración del trono, que ellos mismos habían contribuido a hundir cinco años antes.

Decíase que el duque se hallaba realmente enfermo, que sufría una parálisis progresiva. En vista de ello se determinaron, después de escuchar el parecer de algunos célebres abogados, a pedir ante los tribunales su inhabilitación o la incapacidad para administrar sus bienes.

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