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21 aún estaba hablando en oración, y aquel varón Gabriel, al cual había visto en visión al principio, volando con vuelo, me tocó como a la hora del sacrificio de la tarde. 22 Y me hizo entender, y habló conmigo, y dijo: Daniel, ahora he salido para hacerte entender la declaración. Entiende, pues, la palabra, y entiende la visión. 2 En aquellos días yo, Daniel, me contristé tres semanas de días.

A pesar del apetitoso banquete que se les presentaba, pareció que caían otra vez en el desaliento de la droguería de Daniel, cuando la voz quejumbrosa del viejo, incautamente elevada, llegó hasta la reunión de un modo bastante claro para ser oída.

En La cena del rey Baltasar se presenta, en forma dramática, la narración del profeta Daniel, fundamento de uno de los autos mejores de Calderón, pero sin rasgos brillantes que la recomienden.

Un escritor francés, un poco irónico siempre que habla de amor, dice que la causa de que los enamorados no se fastidien de estar juntos consiste en que siempre están hablando de mismos. Luisa y Daniel, en el trascurso de su noviazgo, no lograron agotar el tema. Su adhesión espiritual superaba cuanto ha imaginado el más excelso poeta lírico.

El miércoles de la semana siguiente tenían pensado irse. Era, pues, indispensable aprovechar aquel corto plazo para conseguir lo que ya abiertamente me proponía, esto es, que la hermana me diese algunas esperanzas de quererme a la salida del convento. A la mañana siguiente, como viniese de casa con ellas hasta el manantial, encontré a Daniel Suárez, mi compañero de cuarto.

A Gloria le sorprendía un poco aquella repentina intimidad; pero no hacía gran caso de ella. En el fondo, el malagueño le era por completo indiferente. Este convencimiento, que recabé de mis observaciones, fue lo que más contribuyó, como puede suponerse, a que se borrase mi antipatía. Daniel era un compañero malévolo, a quien no se podía profesar estimación, pero ameno.

Suena un trueno, y una mano gigantesca se presenta, y escribe en la pared, con llamas, palabras de una lengua desconocida. El Rey pregunta el significado de aquellas palabras, pero todas las lenguas enmudecen. Daniel aparece entonces, y dice: Así la mano de Dios Tu sentencia con el dedo Escribió..... Porque has hecho Profanidad á los vasos.

Quién sabe si me tomaría por un mentecato, viéndome en aquella ridícula situación. Por fortuna o por desgracia, vino un suceso inesperado a sacarme muy pronto de ella. Un día, al entrar en el despacho de D. Oscar, me encontré repantigado en una butaca al malagueño que había conocido en Marmolejo, a Daniel Suárez, mi presunto rival en el amor de Gloria. Quedé sin gota de sangre en el rostro.

Pero todo ha terminado, si nos guiamos por las copiosas lágrimas de Luisa. ¡Ay, Marianela, qué desgraciada soy! ¿Tanto, tanto? ¡Mucho, mucho! Pues ¿qué te pasa? Que Daniel me abandona. ¡Cómo! ¿Qué dices? , me abandona. Ya no soy para él lo que antes era. ¡Así son los hombres!... Oye, Luisita; las mujeres hablamos mal de los hombres en general, y los amamos en particular.

Además de esto, ningún rey, príncipe, ni señor, preguntó cosa semejante a ningún mago, ni astrólogo, ni caldeo. 12 Por esto el rey con ira y con gran enojo, mandó que matasen a todos los sabios de Babilonia. 13 Y se publicó el mandamiento y los sabios eran llevados a la muerte y buscaron a Daniel y a sus compañeros para matarlos.