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Actualizado: 8 de mayo de 2025
El gran Comendador de Francia, General de las galeras, á cuyo cargo venían los 1.000 hombres que la Religión daba entre caballeros y soldados, viendo que se atendía solamente á la fortificación de la fuerza, sin tratarse más de ir á Trípol, que era para el efeto que daba la Religión aquella gente, sin cinco galeras y una galeota y dos galeones y seis piezas de artillería de batir, sin otras piezas de campaña, con el recaudo de municiones que convenía para todas, demandó licencia y se fué con ellas, y mucha gente y caballeros enfermos.
Es decir, son dos mil Canónigos muertos, cuyo volumen ha ido achicando el tiempo gradualmente, para que nunca falte allí acomodo á un cadáver más..... de un Canónigo menos. También hay en el Claustro pinturas muy notables en tabla, debidas las mejores de ellas á Fernando Gallegos. En las cuatro mencionadas Capillas vense asimismo excelentes cuadros y magníficos sepulcros.
Así, Cástel no es en realidad sino un arrabal fortificado ó dependencia de Mayenza, cuyo destino es proteger el puente, facilitar el cobro de peajes y ofrecer al mismo tiempo un embarcadero para los vapores y barcas que navegan el Rin y para el ferrocarril que conduce á Francfort.
Se esforzaba por hacer sentir al auditorio el terror de aquellas revoluciones, cuyo principal defecto era no haber revolucionado nada... Y a continuación una apología entusiasta de la familia cristiana, del hogar católico, nido de virtudes y dulzuras, con tal fervor, que no parecía sino que en los países donde no imperaba el catolicismo, eran todas las casas repugnantes lupanares u horrorosas cuevas de bandidos.
Los árboles y las malezas que crecen en las fragosidades apuntan en las ramas á través de la niebla de un modo amenazador; á veces, sólo vemos serpentear una masa negruzca en la sombra cenicienta, y es una rama cuyo tronco permanece invisible. Nos baña el rostro una tenue lluvia: matas de hierba y malezas son otros tantos depósitos de agua helada que nos mojan como si atravesáramos un lago.
La desvergüenza, con que abusaban los libreros del nombre de Calderón, llegó á tal extremo, que pusieron bajo el nombre de D. Pedro Calderón obras de otros poetas, de todos conocidas, como, por ejemplo, El tejedor de Segovia, de Alarcón, y el García del Castañar, de Rojas, y hasta algunas, cuyo verdadero autor se nombra á su conclusión.
No recuerdo si he dicho que el maestro era joven, cosa, de todas maneras, de poca trascendencia. Educado severamente en la escuela en que Sofía dio sus primeras lecciones, a pesar de todo resistió como un hermoso y joven espartano, las flexibles curvas y fascinadoras miradas, en cuyo ascetismo tal vez pudo contribuir lo exiguo de la comida que tomaba.
Muy distraída o muy afanada debía de andar Garuda, cuando no se mostraba en la margen de la laguna a donde Poldy iba a buscarla de diario. El indio seguía también tan invisible como Garuda. Poldy languidecía de impaciencia, e imaginaba en ocasiones que iba a marchitarse su juventud como entreabierta rosa, en cuyo seno, donde no cayó el rocío, penetran los rayos del sol en la estación estiva.
El epílogo, además, da algunas noticias sobre los personajes secundarios que en la narración aparecen y cuyo destino puede acaso haber interesado a los lectores. Se reduce el epílogo a una colección de cartas, dirigidas por D. Pedro de Vargas a su hermano el señor deán, desde el día de la boda de su hijo hasta cuatro años después.
Calma asimismo de un modo maravilloso las convulsiones de los niños, aun cuando tengan lombrices, en cuyo caso la somnolencia indica la cina; la ignacia tiene tambien sus indicaciones en las convulsiones graves de los niños, y cuyo peligro se puede conjurar con igual facilidad con la manzanilla.
Palabra del Dia
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