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Actualizado: 23 de julio de 2025


Sus narices de ventanas dilatadas no le servían para olfatear el jabalí ó el oso que cruzaban por el bosque, sino las pesetas que podía devengar el proceso que tenía entre las manos. Y vengan providencias, y notificaciones y resmas de papel sellado cuando los procesados eran personas solventes ó poseían al menos un pañuelo de tierra ó una yunta de vacas.

Sus plantas, habituadas á un suelo inseguro, guardaban aún sobre la tierra firme cierta sensación de movilidad elástica. Sus idas y venidas no despertaban la curiosidad de las gentes sentadas en el paseo. Una preocupación común parecía abarcar á todos, hombres y mujeres. Los grupos cruzaban en alta voz sus impresiones.

Los transeúntes que casualmente cruzaban lo hacían apresuradamente, arrebujados en sus capas y tapándose con el paraguas. Los faroles se habían puesto el gorro blanco de dormir, y dejaban escapar melancólica claridad. No se oía ruido alguno si no era el rumor vago y lejano de los coches, y el caer incesante de los copos como un crujido levísimo y prolongado de sedería.

Y la conversación se enredaba; y Cecilia, sin mirar a su novio le veía; y los ojos de doña Paula, posados alternativamente en uno y en otro, se iban enterneciendo cada vez más; y los alientos se cruzaban. Los hombros de los futuros esposos se tocaban.

Pocos transeuntes cruzaban á la sazón, y los que cruzaban se contentaban con dirigir una mirada á la dama, sin curarse para nada del criado. Cuando llegaron al alojamiento de Nolo, éste se adelantó unos pasos para ver si había alguien en el portal. No había nadie. Entraron.

Los transeúntes que casualmente cruzaban lo hacían apresuradamente, arrebujados en sus capas y tapándose con el paraguas. Los faroles se habían puesto el gorro blanco de dormir, y dejaban escapar melancólica claridad. No se oía ruido alguno si no era el rumor vago y lejano de los coches, y el caer incesante de los copos como un crujido levísimo y prolongado de sedería.

Gregoria se dirigió a su hermana, increpándola; Pablo Aquiles, que servía una taza de tisana a la enferma y no había querido hasta entonces tomar parte en la disputa, se vió precisado a intervenir, porque la cosa tomaba mal aspecto. Los improperios se cruzaban de parte a parte, y entre las voces enardecidas, oíase la de Casilda, que chillaba: ¡, señor, lo dicho, dicho!

Sus grandes ojos negros se iban posando con plácida expresión sobre cada una de las parejas que por delante de ella cruzaban. Algunas le interesaban más que otras, y las seguía con la vista. Las actitudes, los movimientos y la traza de ellas eran tan distintos que ofrecían estudio curioso.

Caía helada, y en el aire parecía que se cruzaban millares de finísimas agujas, que apretaban las carnes y reconcentraban el calor vital en el corazón.

En vano dirijí mis afanosas miradas á los innumerables palacios que bordan el canal; cerrados están todos sus balcones y ventanas: las góndolas no están como en lo antiguo ancladas á las puertas de los palacios esperando á los venecianos que con sus elegantes vestimentas le cruzaban sin cesar: todo es silencio y tristeza, todo es soledad y ruinas ... ¡tanto mejor! así es como debe estar la patria el dia que ha perdido su independencia ... vestida de luto, llorosa, afligida.

Palabra del Dia

buque

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