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Actualizado: 23 de junio de 2025
Pero hubo tiempo y oraciones para todo y para todos; porque tras el rezo por el alma de su padre, rezó por la de su madre, y después por las de abuelos, y enseguida por las de todos sus parientes, y luego por las de cada uno de los míos, y, finalmente, por las necesidades de la cristiandad entera.
Basta un rastro de cristiandad, sin ser necesario ser recoleto, para mover á compasion á cualquiera, haciéndole poner los medios posibles para ello; especialmente á los que tienen autoridad y poder para hacerlo.
Procuraban los nuestros con todas las fuerzas de su celo desvanecer aquel engaño y errada persuasión, fomentada del demonio para daño de aquella reciente cristiandad, y Dios Nuestro Señor, que suele mirar á los nuevos fieles con ojos de mayor piedad, quiso remediar bien presto este daño y consolar y animar juntamente la virtud de sus siervos.
Pero pa entonces, yo quiero saber quién es el guapo que saca las ánimas del Purgatorio... Ya, ya se pudrirán allá las señoras almas, sin que la cristiandad se acuerde de ellas, porque... a mí que no me digan: el rezo de los ricos, con la barriga bien llena y las carnes bien abrigadas, no vale... por Dios vivo que no vale».
Por eso no me causa admiración que con ánimo invicto sufriese muchas persecuciones y reparase, aun con la pérdida de su reputación, los daños, bien que ligeros, de su cristiandad; antes dando cuenta de estas sus borrascas al P. Francisco Burgés, Procurador general de esta provincia, en carta de 29 de Septiembre de 1705, escrita á Madrid, le dice así: «Para mí no puede haber mayor gloria que el que me persigan por llevar adelante aquella nueva cristiandad de los Chiquitos que tantos trabajos y sudores me ha costado desde los principios.»
Mientras el rey Bermudo, resuelto á no ver repetida en mengua propia la pérdida que afrenta la memoria de Rodrigo, vence el desaliento, olvida sus achaques, triunfa de vanos terrores, hace el noble sacrificio de sus enojos y resentimientos, y procura reducir los inquietos ánimos del castellano y del navarro á una poderosa liga contra el formidable enemigo de la cristiandad, Almanzor pone en Córdoba el complemento á su gloria terminando las obras de la mezquita.
Vaya, no sería para tanto... exageración. En estas cosas de santidad hay que llamar al tío Paco para que traiga la rebaja. Pero en fin, pongamos que sea así, ¿y qué? Ahora lo que falta saber es si con toda esa cristiandad nos querrá dar gato por liebre... ¡Lástima, arrepentimiento!... Dios mío, o dame una luz clara sobre esto, o quítame esta grillera de mi cabeza.
De mí sé decir que nada ha producido en mi espíritu una impresión más sombría y solemne a la vez, y que por ello tengo a los sacristanes y monaguillos en opinión, no diré de santos, sino de ser los hombres de más hígados de la cristiandad. ¡Me río yo de los bravos de la Independencia!
Vimos primero los esfuerzos de un hombre lleno de genio, que, entronizándose en Córdoba con su gloriosa dinastía, y con una cultura llena de seducciones, sucesivamente rival y amigo de Carlomagno, disputa al gran organizador de la cristiandad el lauro de civilizador, saca de la rica mina de Bizancio los materiales para su grande obra, y envía la luz sobrante del faro que levantó sobre el Guadalquivir á iluminar la corte del nuevo César.
Y á la verdad, esta nueva cristiandad se debe á sí misma gran parte de su esplendor y aumento; pues se extiende á tanto su ardiente celo que, sin reparar en peligros evidentes de la vida, se entran por las selvas, ya solos, ya con los Padres Misioneros, á solicitar la conversión de los infieles, siendo ya más de ciento los que han derramado su sangre y ofrecido gustosos sus vidas por dilatar los reinos de Jesucristo entre aquellas bárbaras naciones.
Palabra del Dia
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