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Actualizado: 1 de mayo de 2025


Pasó este día y el siguiente en una profunda ansiedad y prestó el oído á todos los ruidos del camino creyendo á cada instante ver llegar á Mauricio. Todas las noches se acostaba con el corazón oprimido, diciéndose: "¡Mañana será!" Y el día siguiente no traía tampoco noticias del marido esperado, que no venía. Al cabo de cuatro días Herminia empezó á sentir cierto despecho.

A esto llama él, sin duda, pertenecer al cuerpo diplomático y ser temible a los gobiernos. ¡Evidentemente! ¡Ja, ja, ja! ¡Ja, ja, ja! repitió a regañadientes don Simón, creyendo saber ya demasiado y poniéndose en pie.

¡Ay, mi Dios! ¡qué horrible atentado! ¿Y cuándo entró ese hombre? preguntó, comprendiendo que habían descubierto la entrada de Bozmediano. El domingo, aquella tarde que estuvimos en la procesión. Y ella, ¿dónde está? preguntó el joven, creyendo que había llegado el momento de aclarar aquel asunto.

Una coincidencia. ¿Rubia, con ojos azules? ¡Hay tantas! Mónica presenciaba, respetuosamente callada, la actitud pensativa de su amo; y al cabo de unos minutos, creyendo que estorbaba, se despidió: ¿Tiene el señor algo que mandarme? Nada, Mónica, gracias. Que se mejore el señor.

La música seguía rugiendo la Marsellesa, y en la multitud, alguno de los ardorosos, trastornado por la ilusión y por el himno, creyendo que la cosa ya estaba en casa, gritaba a todo pulmón: «¡Viva la República!», lo que azoraba a los pobres municipales y les hacía mirar en derredor, buscando un hueco en el gentío por donde escapar. La hoguera crecía rápidamente.

No pudo menos de recordar cuán fatigosamente, y con cuántas paradas para recobrar aliento, había recorrido ese mismo camino tan solo dos días antes. Á medida que se acercaba á la ciudad fué creyendo que notaba un cambio en los objetos que le eran más familiares, como si desde que salió de la población no hubieran transcurrido solamente dos ó tres días, sino muchos años.

Y al decir esto el bufón saltó, se aferró al sargento mayor y le dió una puñalada en el pecho. Don Juan de Guzmán dió un grito, vaciló y cayó. Luego el bufón vió que doña Ana corría á una puerta, y la asió de una mano. Doña Ana cayó de rodillas creyendo llegada su última hora.

Los doctores estudiosos que permanecían en sus habitaciones intentaron ocultarse, creyendo que el Hombre-Montaña se había vuelto loco y deseaba aplastarlos.

9 Mas endureciéndose algunos y no creyendo, maldiciendo el Camino delante de la multitud, apartándose Pablo de ellos separó a los discípulos, disputando cada día en la escuela de un cierto Tiranno. 10 Y esto fue por espacio de dos años; de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la Palabra del Señor Jesús. 11 Y hacía Dios singulares maravillas por manos de Pablo,

Gran marino, pero mediocre hombre de pelea, acostumbrado al tranquilo manejo de las cartas de navegar, al examen de los pilotos en la «Casa de Contratación» de Sevilla, y sin experiencia en los ardides de la guerra indiana, había bajado a tierra creyendo en los signos de paz de los indígenas, y éstos lo habían asesinado a la vista de sus gentes en las orillas del mismo río que acababa de descubrir, asando luego su cuerpo para devorarlo en sagrado banquete.

Palabra del Dia

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