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Actualizado: 1 de junio de 2025
Los grupos son muy naturales, y tanto que por momentos siente uno el terror de la realidad, creyendo oir entre el tupido bosque el grito salvaje del indio cazador ó el rugido de la fiera acosada.
Era la mariscala de Luxemburgo amiga de Rousseau: por casualidad supo aquélla que la mujer con quien éste vivía estaba en cinta; sin duda, creyendo que Rousseau quería mandar este nuevo hijo a la Inclusa, como había hecho con otros, dirigiose a M. Trouchin, de Génova, amigo de Rousseau, y le encargó que tan pronto la criatura viniera al mundo, hiciera los posibles por mandársela, para ella encargarse de su cuidado.
Aunque departiendo con Julián acerca de la sorpresa que se le preparaba a la familia de la Lage, y de si amenazaba llover porque el cielo se había encapotado, no descuidaba el marqués observar algo que debía interesarle muchísimo. Un instante se paró, creyendo divisar la cabeza de un hombre allá lejos, detrás de los paredones que cerraban la viña. Pero a tal distancia no consiguió cerciorarse.
Era tal su impaciencia por llegar a un puertecillo de mar que le habían indicado, que creyendo cortar terreno entró en una de las vastas dehesas, comunes en el sur de España, verdaderos desiertos destinados a la cría del ganado vacuno, cuyas manadas no salen jamás de aquellos límites. Este hombre parecía viejo, aunque no tenía más de veintiséis años.
Hemos descrito el trato que tenían en casa de Centeno los hijos para que se comprenda el que tendría la Nela, criatura abandonada, sola, inútil, incapaz de ganar jornal, sin pasado, sin porvenir, sin abolengo, sin esperanza, sin personalidad, sin derecho a nada más que al sustento. Señana se lo daba, creyendo firmemente que su generosidad rayaba en heroísmo.
Le faltaba valor para soportar la vista del espectáculo, pero quería sentirse cerca de él: deseaba ir a la plaza. ¿Dónde estaría la plaza?... Nunca la había visto. Si no podía entrar en ella, vagaría por los alrededores. Lo importante era sentirse cerca, creyendo que esta aproximación podía influir en la suerte de Gallardo.
Se habían vestido a media tarde para bajar a tierra, creyendo que antes de una hora estarían en Montevideo.
Acababa de pasar frente á su barraca y había visto luces por la puerta abierta... Luego había oído gritos de desesperación; el perro aullaba.... El pequeño había muerto, ¿verdad? Y el padre allí, creyendo estar sentado en un ribazo, cuando en realidad donde estaba era con un pie en el presidio. Así se pierden los hombres y se disuelven las familias.
Concluido el almuerzo, abandonamos la mesa y nos dirigimos al parque. Me quedé algo atrás con la Vizcondesa y le dije: Dígame, señora: ¿sigue usted creyendo que con la religión y los buenos principios no existen peligros para un matrimonio desproporcionado? Calle usted replicó, que se acerca el general.
Vengan ustedes, señoritas murmuró el teniente, creyendo que se trataba de convidar a la familia García. No, estas señoras no quieren nada se apresuró a advertir la madre, clavando a su hijo a la puerta del café con una mirada elocuentísima.
Palabra del Dia
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