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Actualizado: 12 de mayo de 2025
El confesor, que era un reverendo fraile franciscano, bueno y crédulo, aprobó la conducta de la duquesa, y no sólo la aprobó, sino que la excitó á que la cumpliese cuanto antes. Preparáronse dos habitaciones y empezó el encierro. Cuando la duquesa se levantaba, llamaba.
La lectora, que tomaba al pie de la letra aquello de «Cogemos la pluma trémulos de indignación», y lo otro de «La emoción ahoga nuestra voz, la vergüenza enrojece nuestra faz», y hasta lo de «Y si no bastan las palabras, ¡corramos a las armas y derramemos la última gota de nuestra sangre!». Lo que en el periódico faltaba de sinceridad sobraba en Amparo de crédulo asentimiento.
Hace años que me siento sola, como si no existiese en el mundo otro ser que yo. Ricardo había olvidado su inquietud de momentos antes, para escucharla con un interés crédulo, aceptando todas sus palabras. Pero ¿y su marido?... Una lucecita irónica pareció temblar en los ojos de ella al oir esta pregunta inocente. Pero contuvo su burlona admiración, para contestar con tristeza: No hablemos de él.
Ahora reflexione el aficionado á relaciones de viajes, el caso que debe hacer de las detalladas noticias sobre un pais de muchos millares de leguas cuadradas descrito por un viajero que le ha observado de la susodicha manera. «El que lo ha visto de cerca lo dice, así será sin asomo de duda:» de esta suerte hablas, ó crédulo lector, pensando que en recoger aquellas noticias ha puesto tu guia gran trabajo y cuidado; pues yo te diré lo que podria muy bien haber sucedido, y otra vez no te dejarás engañar con tanta facilidad.
Entre usted un día en su habitación, busque bien, y verá como encuentra a montones los escritos contra el Señor y los santos... Además, me da el corazón que no son casados; esa pareja no vive como Dios manda. El crédulo hermano protestaba. Su discípulo incurría en el pecado de murmuración; pensaba mal de todos: eran resabios de su antigua vida. ¿Por qué no habían de ser casados?
Un soldado hay, empero, cuya vara aparece más corta que las otras. «¡Miserable! le grita Facundo con voz aterrante , ¡tú eres!...» Y en efecto, él era; su turbación lo dejaba conocer demasiado. El expediente es sencillo: el crédulo gaucho, temiendo que, efectivamente, creciese su varita, le había cortado un pedazo.
Palabra del Dia
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