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Actualizado: 24 de junio de 2025


Además, el Duque tenía un modo singularísimo de poner las manos, y á esto, más que á nada, se debe la vida perdurable de aquellas prendas, que él, usando una de sus figuras predilectas, llamaba el coturno de las manos.

«Siéntate»; que fué lo que le dijo Napoleón a la reina de Prusia, en ocasión que la soberana, por conseguir un tratado menos infamante, quiso conmover al corso, representándole una escena dolorosa y teatral. Bien sabía Apolonio que la tragedia exige hablar en pie y con coturno. Al sentarse, comprendió que estaba peor que en ridículo, humillado, como un ídolo al que derriban.

Despues de veinte minutos de marcha forzada, nos vemos en la calle de la Grand'Batelière. Hácia el comedio de la calle, encontramos un restaurant de mediano coturno, y allí hemos almorzado, no muy bien, por seis francos y algunos sueldos de propina. Volvimos á caminar á la aventura, y ya cansados, cerca del pasaje de Jouffroi, tomamos un bienhechor fiacre. ¿ allons-nous? ¿Á dónde vamos?

Lope de Vega dice así en El laurel de Apolo: «Aquél en lo dramático tan sólo, Que no ha tenido igual desde aquel punto, Que el coturno dorado fué su asunto. Miguel Sánchez, que ha sido El primero maestro que han tenido Las musas de Terencio.» V. también La Arcadia, lib. V. Viaje al Parnaso, pág. 23.

Y no porque la coquetería desplegada en los disfraces llegase al grado que alcanza entre la gente de alto coturno que asiste a bailes de trajes y suele reflexionar y discurrir días y días antes de adoptar un disfraz habiendo señorita que se viste de Africana por lucir una buena mata de pelo, o de Pierrette por mostrar un piececito menudo ; no por cierto.

Colocóse en cierta ocasión en la puerta de un templo una mesa con la indispensable bandeja para que los fieles oblasen limosnas. Llegó su excelencia y el virrey echó un par de peluconas, y los oidores, y damas, y cabildantes, y gente de alto coturno hicieron resonar la metálica bandeja con una onza o un escudo por lo menos. Tal era la costumbre o la moda.

Las he visto con frecuencia en casa de la Marquesa de Oreve, la gran amiga de Lacante, que tiene un salón artístico y literario en el que nuestro tutor es rey y pontífice, bajo los auspicios del mismo Marqués de Oreve, un papamoscas de alto coturno. Toda esta gente debe ser desconocida para ti, que la habrás olvidado después del tiempo que llevas corriendo por el mundo, lejos del boulevard.

Es fácil de ver que este argumento era muy á propósito para formar una tragedia verdadera, y que en manos del poeta se convierte, no en tragedia, sino en caricatura; que la impresión que debiera hacer se debilita por las muchas y horribles catástrofes que la sofocan, y que el autor, á pesar de sus esfuerzos en mantenerse á la altura del trágico coturno, degenera no pocas veces en ridículo y pueril.

Palabra del Dia

vorsado

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