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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Suene el lindo sacabuche, pues nuestro bien consiste. Pastores, ¿no es lindo chiste? ¿Qué pudiera decir más -me dijo- el mismo inventor de los chistes? Mire qué misterios encierra aquella palabra pastores: más me costó de un mes de estudio. Yo no pude con esto tener la risa, que a borbollones se me salía por los ojos y narices, y dando una gran carcajada, dije: ¡Cosa admirable!
El de Pepe Güeto fue un brazalete que le costó diez mil reales. Don Jaime había encargado a Madrid algunas galas y joyas, que debían llegar de un día a otro. Don Jaime mostraba viva impaciencia; parecía enamoradísimo, y trataba de apresurar la boda.
¡Linda! repitió el otro. ¡Cuánto ruido! Sí, mucho ruido asintió míster Hall, que hallaba no desprovistas de profundidad las observaciones de su visitante. Candiyú admiraba los nuevos discos: ¿Te costó mucho a usted, patrón? Costó... qué? Ese hablero... los mozos que cantan. La mirada turbia, inexpresiva e insistente de míster Hall, se aclaró. El contador comercial surgía.
No salía para nada de su camarote, y a veces entreveíamos su cara, horrible y roja por el calor, asomarse a la puerta, respirar un momento y volver al antro. Volví a encontrarla más tarde a poca distancia de Honda; había emprendido a pie el camino de Bogotá, y me costó un triunfo el hacerle aceptar lo necesario para procurarse una mula.
Costó trabajo echarla a la calle... Al salir, ¡tras!... doña Guillermina, que me le echa un cordel al pescuezo y se la lleva.
En el Congreso me costó trabajo reconocerte. Grueso, calvo, con esos lentes que trastornan tu antigua cara de moro de leyenda. ¡Pobrecito mío! ¡Si ya tienes arrugas!... Y reía, como si le causara intenso gozo el placer de la venganza, ver a su antiguo amante anonadado y cabizbajo por el retrato de su decadencia. No eres feliz, ¿verdad? y sin embarga debías serlo.
Y si algunos subieron a ser emperadores por el valor de su brazo, a fe que les costó buen porqué de su sangre y de su sudor; y que si a los que a tal grado subieron les faltaran encantadores y sabios que los ayudaran, que ellos quedaran bien defraudados de sus deseos y bien engañados de sus esperanzas.
Cambió de un modo extraño, violento, como todo lo que procedía de su temperamento singular. Cayó, cuando menos se pensaba, de hinojos ante D.ª Carmen, dedicándole un respeto tan profundo, un cariño tan apasionado, que la buena señora quedó estupefacta y le costó gran trabajo creer en su sinceridad. En su alma se había operado al fin la revelación de la ternura.
Después de pasear una mirada de satisfacción por la enorme masa de Villa-Sirena, sus dependencias y las arboledas inmediatas, el coronel dijo á Novoa: Aquí costó menos lo que se ve que lo que no se ve. Hay mucho dinero enterrado.
Tenía para vivir cómodamente como soltero y para sufragar todo el costo de la vida del gran mundo. En esta época había ya empezado á gastar la herencia de mi padre, pero las tierras que había vendido eran de poco rendimiento y mis rentas no habían disminuído gran cosa. Tenía yo todavía cuarenta mil francos de renta.
Palabra del Dia
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