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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Entonces, por consideración a su debilidad, le tuvieron algunos días más de cortesía, muy pocos, y después le pusieron en la calle, gloriándose mucho de dejarle libre el baúl y la ropa, ya que con ella podían cobrarse de los pocos reales que les quedaba a deber. Buscó una nueva casa, pero no pudo alquilar piano, lo cual le causó una inmensa tristeza; ya no podía terminar su misa.
En una ocasión, dando los de Peleches unas vueltas, de pura cortesía, en la Glorieta a la salida de misa mayor, observó Nieves algo de extraño en el continente de las villavejanas; algo como forzado que las desfiguraba a todas de la misma manera y por un mismo patrón, si pudiera decirse así.
Formando cadena, las damas y gentiles hombres los iban pasando hasta las propias manos de los Reyes, quienes los presentaban a los pobres con cierto aire de benevolencia y cortesía, única nota simpática en la farsa de aquel cuadro teatral. Pero los infelices no comían, que si de comer se tratara muy apurados se habían de ver.
Desde alli, y no sé como, fui traido Adonde vi al gran DUQUE DE PASTRANA Mil parabienes dar de bien venido: Y que la fama en la verdad ufana Contaba que agradó con su presencia, Y con su cortesia sobrehumana: Que fue nuevo Alexandro en la excelencia Del dar, que satisfizo á todo quanto Puede mostrar real magnificencia: Colmó de admiracion, llenó de espanto.
Abalánzase al señuelo mi fe, que nunca ha podido, ni menguar por no llamado, ni crecer por escogido. Si el amor es cortesía, de la que tienes colijo que el fin de mis esperanzas ha de ser cual imagino. Y si son servicios parte de hacer un pecho benigno, algunos de los que he hecho fortalecen mi partido.
Por fin, la enamorada niña vio entrar a Félix, que, saludando al paso a diversas gentes, llegó hasta la duquesa, cambiaron ambos algunas frases de simple cortesía, llegose luego a Josefina, y un momento después se les vio confundidos entre los grupos de alocadas parejas que parecían moverse impelidas por las notas de un vals de Strauss.
Nadie se acordaba ya de las diplomáticas tiranteces entre los «pingüinos» y las «potencias hostiles». El doctor Zurita dio tarjetas a Maltrana y Ojeda. Su cortesía era un tanto ruda, pero ingenua, verdadera.
Sí, señor, estas son las minas de Socartes, aunque estamos un poco lejos del establecimiento. La voz que esto decía era juvenil y agradable, y resonaba con las simpáticas inflexiones que indican una disposición a prestar servicios con buena voluntad y cortesía.
Acostumbraba a llamar las cosas por su nombre y a dirigirse a las personas sin fórmulas de cortesía, diciéndoles en la cara cosas que pudieran pasar por groserías: no lo eran porque sabía darles un tinte entre rudo y afectuoso que les quitaba el aguijón. No era muy locuaz. Generalmente se mantenía silencioso mordiendo su cigarro y examinando al interlocutor con sus ojos oblicuos, impenetrables.
Sobre su ancho cuello apenas se destacaba la roja empuñadura del estoque, hundido hasta la cruz. De pronto, el animal se detuvo en su carrera, agitándose con doloroso movimiento de cortesía; dobló las patas delanteras, inclinó la cabeza hasta tocar la arena con su hocico mugiente, y acabó por acostarse con estremecimientos agónicos...
Palabra del Dia
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